top of page

Cheily, princesa de Catia 

Pablo García Gámez 

 

A  Anni

 

 

Oscuro.  Se escucha Es tu día feliz interpretada por Roberto Livi 42”.  A los 30 segundos luces suben por fade.  Mediodía. Banco de la plaza Pérez Bonalde en Catia, Caracas. Entra Cheily con un bolso. 

 

CHEILY  No, no ha pasado.  Pasa en un rato… exactamente en 38 minutos y 30 segundos. Ahora o nunca. Hoy cambia una vida… la mía.  La cosa se tiene que hacer lejos, bien lejos de allí. Que no haya testigos. Que nadie se dé cuenta.  ¡Sería terrible!  ¡Todo se vendría abajo!  No levanté sospechas… creo.  No, todo el mundo pensó que salí como todos los días a comer el pan con sardina que como todos los días.  No es la plaza más glamurosa, pero bueno… ¡Una ayudaíta, San Antonio! ¡Chico, que nunca te fastidio!  ¡Si no cumples te pongo de cabeza!  ¡No saben!  Menos la Yurimia esa… ¡Cómo la detesto!  Hoy cambia una vida… la mía. Hasta la vista, Yurimia, ya no te veré más.  ¡Qué calor...!  ¿Me maquillo?  Con este solazo se corre el maquillaje. Eso lo puedo hacer en nueve minutos.  Tengo tiempo.  Me habría gustado que todo hubiese sido natural, espontáneo, pero entre Yurimia y Ahmed es imposible y en la casa con Reiny, Deivy, Leidy y Cleivy, el propio martirio.  ¿Por qué mi vida no puede ser normal?  Después dicen que la vida de una cajera de supermercado es aburrida.  ¿Qué hice, San Antonio para merecer esto? ¿Por qué el hombre de mi vida no se puede acercar para hablarme bonito y yo sonrojarme? ¿Por qué no puedo ser feliz como las demás mujeres?  ¿Qué castigo estoy pagando?  Si de algo estoy segura es de que él me ama.  Es que se ve, se huele, se palpa, está en el aire.  Una… una siente eso, son miles de años en los que millones de mujeres han ido desarrollando la intuición femenina y esa no se pela.  Él está loquito por hablarme.  Pero cada vez que entra y se me acerca, Yurimia me manda a revisar los tomates, a ordenar los higaditos de pollo en la cava, a que le quite la tierra a las papas, a que revise si los cambures no se han puesto piches… ¿Cómo hablar de amor con cambures piches o higaditos de pollo?  Reconozco que soy hermosa e ingenua, pero no me voy a estar calando que mi jefa me tome como si yo fuera la cenicienta para ella quedarse con mi príncipe.  No, mi amor, ya estoy crecidita para los cuentos de hadas, para saber que en este mundo ingrato hay madrastras, hermanastras y jefastras. Mi mamá es la propia madrastra. Yo, esperando a entrar en la universidad, preparándome para ser una profesional y ella me obliga a salir a la calle a trabajar… 

 

MAMÁ  Mira, muchacha, la plata no rinde.  Así que te me buscas un trabajo ya… rapidito. 

 

CHEILY  ¡Ay, mamá! No me vengas con esa.  Yo soy una joven que quiere cumplir sus metas, lograr sus sueños. 

 

MAMÁ  ¿Los quieres lograr? 

 

CHEILY  Sí, mami.  Quiero ser una diseñadora famosa.  La Carolina Herrera de Catia y estar en los Fashion Weeks de Nueva York y París. Estoy esperando que me acepten en la universidad. 

 

MAMÁ  Cheily, te voy a dar el consejo más importante que una madre le puede dar a una hija. 

 

CHEILY  Sí, mami… 

 

MAMÁ  Para alcanzar esos sueños… hay que estar viva.  Y si no comes te mueres.  Y para comer, hay que tener real.  Y para tener real, tienes que trabajar.  Y como mi sueldo no rinde para mantenerte a ti, a Reiny, a Deivy, a Leidy y a Cleivy, te buscas un trabajo.  No aguanto más.  Mi amor, hace ocho años que te graduaste en el liceo.  Ocho años con la misma canción del éxito, de los sueños y esas pendejadas.  Y no.  Me cansé.  No voy a estar manteniendo zagaletonas.  Todo el día leyendo revistas, pintándote las uñas, cosiendo ropa que nadie usa.   

 

CHEILY  ¡Mamá!  Es que yo… 

 

MAMÁ  ¡Nada!  Mi amor: te buscas un trabajo ya; si no, recoges tus corotos y yo misma te dejo en el terminal de autobuses… 

 

CHEILY  ¡No! ¡Carayaca no! ¡Me asfixio en Carayaca!  No me mandes a donde la abuela Aminta que ella es bien jodida.  Mamá, ten compasión, por favor.  ¡Piedad…! Te juro que este año entro en la universidad. 

 

MAMÁ  O trabajas o Carayaca a ayudar a mi mamá. 

 

CHEILY  Esa, la que me habla así, es mi madre cosa que a veces dudo.  Hace que me exponga al peligro callejero, que ande por ahí atendiendo público.  Cuando tenga dinero me hago un examen de ADN porque tanto ensañamiento contra una hija no es natural.  Debe ser que anda frustrada.  ¡Claro! Madre soltera con ese muchachero y con la amargura a flor de piel.  Algún día me pedirá perdón por haberme sacrificado así.  Que agradezca si llego a invitarla a la boda.  Nada, trabajar mientras sale el cupo.  Busqué trabajo y me aceptaron en la taguara de Ahmed, “Gran Supermercado Damasco”, ni gran ni supermercado.  Allí apareció la Yurimia, esa me agarró tirria desde que entré a ese piazo e’ bodega.  Claro, se sintió chirriquitica, poca cosa al lado mío.  No es por nada, pero bueno… yo tengo el cuerpo y el alma así, como de lomito; ella es bofe, sardina, alita.  ¡La pobre! Se ve a kilómetros que usa plancha para alisarse el pelo.  Es que uno se monta en el Guaraira Repano, allí donde está el Humboldt, dirige su mirada al oeste y lo primero que ve es un pelero al que se intenta domesticar con plancha y no se puede.  Eso la atormenta y lo paga con gente como yo.  

 

YURIMIA  Mira, esta niña, ¿tú eres la nueva cajera? 

 

CHEILY  Esta niña tiene su nombre: Cheily Marisela. 

 

YURIMIA  ¡Ah! Así que tú eres alzada.  Mira esta niña, aquí yo soy tu jefa y para que se te pase lo arrechita vas a recoger la basura del depósito, pasar coleto y limpiar las vidrieras.  Eso es para ayer.  ¡Vamos! 

 

CHEILY  Yo fui contratada para ser cajera. 

 

YURIMIA  Princesita, ya te dije que soy la jefa tuya.  ¿Tú ves clientes? ¿Ves uno? No, ¿verdad? Entonces, ¿qué esperas para empezar?  ¡Vamos! 

 

CHEILY  Y no me quedó otra que ser la cenicienta de Catia.  Esto es desde el primer día que pisé la taguara.  Yo le digo la drosófila.  Es que por mis conocimientos académicos, porque yo soy estudiada, terminé el quinto año en el Fermín Toro, puedo decir que Yurimia es una drosófila.  ¿Qué es una drosófila?  Una mosquita que le gusta la fruta; no pica ni nada, pero es fastidiosísima.  Ésa en el fondo es una cagona, perdón es miedosa.  Por si las moscas… y las drosófilas, todas las mañanas, antes de entrar al supermercado, recito un mantra: “Tu envidia me alimenta.  Tu envidia me alimenta.  Tu envidia me alimenta. Tu envidia me alimenta”.  A veces parece que funcionara; otras veces no, pero bueno, el mantra la tiene a raya. 

 

Además, es más o menos de mi edad, pero parece la madre mía.  ¡Claro!  Salió de frasquitera a vivir la vida loca, a ir a fiestas donde se bailan esas cosas de que si reguetón y perreo; yo respeto los gustos ajenos, pero es que eso de reguetón no es gusto, es anti-gusto, disgusto.  ¿Qué le pasó a Yurimia? Pues que tanto perreo le dejó dos criaturas: Yurimar y Yurinsky, morochitos.  ¡Pobres seres!  Me da mucha lástima con ellos porque son tan feos como la madre; y peor aún, tan malcriados y tan sin educación como ella.  Yo siempre llevo tapones de algodón en el bolso porque cuando esa mujer lleva a los mostricos, los gritos se escuchan por Catia, Los Magallanes y La Silsa: “¡Yurimaaaaaaarrrr! ¡Sécate los mocos!!!”, “¡Yurinsky! ¡Deja de estar jodiendo y sal de la nevera que te vas a congelar, desgraciao!!!” 

 

Yurimia ha tratado de destrozarme.  Al principio, cuando estaba en la caja, mandaba a las vecinas compinches de ella a torturarme.  Unas venían y pagaban un kilo de café con billetes de 10… bolsas, cajas, montañas de billetes que tenía que contar y salir corriendo a guardarlos en la caja fuerte porque si no me arrastraba la corriente de papel moneda y podía morir ahogada por ella.  Si no, mandaba a unas desgraciadas que no sé cómo hacían para que la tarjeta, cuando la pasaba la primera vez no funcionara.  La segunda, la tercera, la décima vez y no pasaba el punto.  Atrás se armaba una cola y me decían cualquier cosa: “Bueno, chica, ¿tú crees que no tenemos oficio?”, “Mira princesita: que no tengo todo el día para contemplarte”, “¿Qué, es que ese punto funciona con paloma mensajera?”  No sé cómo conservo la lozanía de mi cutis, mi frescura y educación porque esas fieras hacían que me dieran unos ataques de ansiedad terribles.  Terminaba de trabajar y salía a llorar de tanto sufrimiento; comencé a resignarme cuando me di cuenta de que, para hacerme el favor, San Antonio me tenía que mortificar un poco: sufrir para después ser recompensada con lo que más deseo.   

 

Ahmed me consolaba.  Ahmed es el dueño de la taguara.  Es muy amable y un caballero conmigo… lo que detesto más que las maldades y marramucias de Yurimia.  Es que el tipo, cómo lo digo… estoy segura que él… quiere perrear conmigo.  Y eso sí que no: yo soy ingenua, humilde y pobre, pero perreo no.  Perreo con anillo en dedo.  Perreo con príncipe azul. Perreo en mi casa de dos pisos con piscina y sirvientes.  Ahmed siempre quiere que lo ayude a poner en los anaqueles que si el precio de las cotufas, de las caraotas, de las galletas María… claro, para morbosearme.  Me subo a la escalera a pegar precios y el tipo viéndome, babeándose.  ¿Cómo voy a salir con un tipo que se babea… todo gafo?  ¡Ay, no! ¿Cómo voy a salir con un tipo que pone cara de espalomao todo el tiempo?  Modestia aparte, pero no nací para pasar el resto de mi vida con un pegoste.  Hay un abismo, abismo infranqueable entre nosotros a pesar de su buen corazón.  Una vez se apareció con un poema.  Quedé en shock.  Aún no me repongo.  Es lo más horrible que he escuchado en mi vida.  Ando con el poema porque la señora Zaida, la santera, me dijo que lo tirara a la orilla de un río o al mar para que se fueran esas vibras. Y como el río más cercano es el Guaire y es arriesgado cruzar la autopista y llegar a la orilla; y me da cosa agarrar un autobús temprano con ese chusmero para bajar a la playa y agarrar sol como una teja…  Yo como Lupita: nada de rayos solares porque marchitan, arrugan y manchan la piel.  Aquí está el nefasto poema: 

 

Tus ojos, amor, son el remanso 

Que me ha herido de un pepazo. 

Eres todo lo que quiero, amada 

Tú, mi arepa de carne mechada. 

Yo pobre ser ando triste, sediento, 

Tú eres el cocuy que me da aliento. 

Eres amada, mi felicidad, 

Yo tengo hambre, tú eres mi CLAP. 

 

¡Yo, CLAP! ¡Su CLAP! ¿Qué tenía en la cabeza el sirio ese al compararme con una caja de CLAP, con una arepa, con un palo de cocuy?  ¡Qué metáforas más ordinarias! Si por lo menos hubiera dicho que me parezco a una comida completa de Arturo’s, a un happy meal de Mc Donald’s, mínimo a un pollo asado con hallaquitas de los hermanos Rivera. ¡Y cocuy! Esa es bebida de bárbaros sin oficio… bebida decente es un güisqui, está bien, estamos en crisis: un palito de leche e’burra, pues. ¿Cómo enamorarse de un tipo que te compara con esos absurdos?  ¡No, mi amor! Yo no nací para eso.  Pobre, pero con aspiraciones.  No voy a salir de loca a casarme con Ahmed, con el primer bicho de uña que se aparezca.  No, en la casa tengo el ejemplo de mamá que se dejó calentar la oreja no una sino varias veces.  Decidido: esta semana atravieso la autopista no me importa que me pase una gandola por encima para que el papelito este se lo lleve el agua fétida y contaminada del Guaire. Es que recuerdo lo del poema y me entra una cosa que me corroe la sangre.  Debe ser por eso que no ha pasado lo que debe pasar.  Papelito: no me empavarás.  Decreto que se anulan tus energías… Decreto que se anulan tus energías… Decreto que se anulan tus energías… Decreto que seré feliz.  

 

(Canta).   

Es tu día feliz, tu pequeño reloj 

Cuántas veces miraste. 

Has pasado las horas mirándote al espejo 

Tratando de arreglarte. 

Has entrado en tu cuarto mirando su foto 

Hasta un beso le has dado… 

 

Aire.  Árboles.  Naturaleza.  Plaza Pérez Bonalde.  Olvídate Cheily Marisela de esa bodega con ínfulas de supermercado, de las colas, de los insultos y de la envidiosa envidia.  Eso es lo malo de ser buena, pura, noble y hermosa: las envidiosas la agarran a una de pila de agua bendita.  A lo que vinimos.  Ahora el retoque (Se retoca. Demasiado maquillaje).  Natural.  Así va la mujer moderna.  No pasa.  ¿Será que no viene? Viene, claro que viene.  Siempre pasa por aquí.  Faltan treinta minutos y dieciocho segundos para que pase.  Siéntate Cheily Marisela que si caminas sudas y si sudas te verás y olerás horrible. (Se huele las axilas. Saca del bolso un envase de desodorante y se echa). ¿Y si no viene? ¿Y si se enfermó? ¿Y si lo atracaron? ¿Y si lo botaron del trabajo?  ¿Y si se fue al extranjero? Cheily Marisela: tú eres una chica moderna y segura... ¿cómo no va a venir?  ¿Cómo no va a venir? ¡Cómo no va a venir…! Tienes que estar tranquila y receptiva a las bendiciones del universo.  Decreta niña, decreta… “Él va a pasar.  Él va a pasar.  Él va a pasar”. Él pasa todos los días exactamente a la hora... no ha pasado nada extraordinario.  Se fue la luz, no hay agua, una no se puede montar en el metro por el gentío, pero eso es normal, cotidiano.  Él siempre ha pasado a la misma hora en peores situaciones.  Nada de desesperarse.  No quiero que Ahmed se aproveche de mí; ese hombre no pierde oportunidad para echarme los perros: “Princesa habibi: llegaste tarde, pero yo te disculpo”.  

 

¡Y la otra que me hizo la Yurimia esa! No entiendo cómo existe tanto ensañamiento.  Por la cuadra hay gente que trabaja, mucho viejito que no puede salir, comprar y cargar cosas.  Se me ocurrió pedirle a Ahmed que me vendiera una paca de harina de maíz para ayudar a la gente que no podía ir a la taguara.  Yo andaba de lo más feliz haciendo labor social: todo el barrio comería arepitas.  Al salir del supermercado me paré en la calle para vender a los necesitados.  Me sentí tan caritativa como Angelina Jolie, la famosa de cine.  Al día siguiente, Yurimia estaba en el supermercado con Ahmed.  Le mostraba unas fotos.  Llegué y los dos guardaron silencio.  La mapanare esa se acercó y me gritó con odio frío mostrándome las fotos: 

 

YURIMIA  ¡Te descubrí! ¡Bachaquera! 

 

CHEILY  ¿Yo? No.  No puedes ser tan baja para levantar tal calumnia. 

 

YURIMIA  Mira, Ahmed: aquí está la sifrina vendiendo mercancía en la calle.  ¡¡¡Que te calles, Yurimaaaaar!!! Mercancía que sacó de aquí. Mercancía robada y cobra el triple: es una bachaquera.   

 

CHEILY  Rompí en llanto ahí mismo.  En la vida me han dicho cosas repugnantes y terribles: fea, pretenciosa, gafa, cursi, pendeja, ridícula, pero bachaquera jamás.  Una persona como yo, con principios morales y cívicos, ser insultada de esa manera.  Era más que evidente: Yurimia trataba de destruirme con una calumnia.  El mundo empezó a girar a mi alrededor… casi me da un soponcio.  Ahmed vino en mi socorro, me sujetó y me sentó en una silla.  Él estaba feliz toqueteándome. Ya me iba a dar respiración boca a boca cuando el mareo se me pasó. 

 

AHMED  Yo le vendí ese paquete. No se ha robado nada. Y si quiere bachaquear, está en su derecho. 

 

YURIMIA  ¿Defiendes a la bachaquera? 

 

CHEILY  ¡Yo no soy bachaquera!  ¿Por qué me calumnian, Virgencita?  Yo solo… solo quería hacer labor social… (Pausa).  Nunca fui tan humillada.  ¡Bachaquera! ¿Y por qué? Por querer hacer el bien.  Por brindar una sonrisa al prójimo, por querer hacer felices a los otros.  Claro que vendí la harina de maíz al triple, pero fue para cubrir los costos de transporte: yo cargué con el paquete a cuestas para que esa pobre gente no tuviera que hacer el viaje.  (Pausa).  Y la desgracia de mi vida: cada vez que Yurimia me monta una trampa que me hace sufrir, viene Ahmed a tirársela de príncipe azul. Y no, él no es príncipe azul, por lo menos no el mío.  No sé qué es peor: si la maldad de Yurimia o la bondad de Ahmed.  Cada vez que Ahmed puede, se me acerca para decirme que podría ser la dueña del supermercado. Es que ni a pulpería llega ese negocio.  Lo único que me da cierta paz espiritual es ver cómo se congestiona la cara de Yurimia cuando el sirio se me insinúa: parece que fuera a explotar, se parece a la muchachita esa de la película El Exorcista: le gira la cabeza, la plancha pierde su poder y se le encrespan los pelos, se le tensa el cuerpo y empieza a soltar baba por el lado izquierdo de la boca y si los niños están en la taguara, les cae a pescozones.  ¿Será que ella se lo quiere guisar? ¿Será eso?  Harían una bella pareja: ella manda y él obedece.  ¡Ay, pobrecita YURIMIA está enamorada sola!  Por eso la maldad y la envidia.  Ojalá que el Ahmed le pare, una vez haya salido yo de la taguara porque esa mujer si ahorita no tiene nada con él y lo único que hace es mandar, de novia me bota.  Ya sé lo que le pasa por la cabeza: se imagina que me interesa… “De mujer a mujer, lo lucharemos…”. ¡Qué simple Yurimia! ¡Qué elemental! ¡Qué pendeja! De ahora en adelante simularé que Ahmed me gusta para que sufra, para que pague por los desaires, trampas y marramucias que me ha hecho.   

 

Simularé, porque si algo tengo claro es que no quiero andar con un sirio, no me salga con que tiene cuatro mujeres más y tenemos que hacer una rifa para perrear con él, que me tengo que ir con él para Arabia, andar en camello para hacer mercado, con un bojote de muchachitos y una bata que me cubra de la coronilla a los pies.  No señor: yo soy occidental, católica, cosmopolita y monogámica.   Nunca he andado con los tipos del barrio porque ellos coleccionan mamitas… ¡Qué ordinarios! A favor de Ahmed, puedo decir que llegó chiquito de Arabia y está acoplaíto al país… es que si no lo dice, la gente no se da cuenta que viene de Arabia… para conquistarme me ha llevado arepitas dulces, conservitas de coco; ha bailado joropo; una vez me llevó una serenata:

 

Llevo tu luz y tu aroma en mi piel  

Y el cuatro en el corazón 

Llevo en mi sangre la espuma del mar 

Y tu horizonte en mis ojos… 

 

CHEILY  En esos momentos, Ahmed se ve casi bonito y hasta casi me cae bien.  Hasta ahí, porque la cabra siempre tira pal monte. Gracias a mis estudios tengo la costumbre de estar al día; me gusta leer y en los periódicos dicen que esos árabes se las traen.  Es que una tiene que leer para estar informada del mundo.  Y no sé, es que él tiene ese aspecto tan tosco, esas manos grandes, ese pelo negro, la piel oliva, todo pelúo, esa barba y esos ojos color miel.  Sería como casarse con un rey mago.  Yo no nací para ser dueña de un supermercado de barrio, no y no, y menos para estar con un tipo con pinta de Barrabás.  Quiero a un hombre de ojos azules. Sueño con un hombre de ojos azules.  Me fascina un hombre de ojos azules.  (Haciendo memoria). Vanidades: consejos para atrapar al chico que te gusta.  “Si el chico que te gusta hace que sientas mariposas en la barriga...” barriga no, eso es de gente mala clase... estómago.  “Si el chico que te gusta hace que sientas mariposas en el estómago, relájate”.  (Cierra los ojos y respira profundo). Consejo número dos: “muy natural en todo lo que hagas”.  (Agarra el vaso con refresco y ensaya la naturalidad. Posa).  ¿Cómo se verá mejor? ¿Con los ojos de frente o de lado?  (Ensaya).  Mmmm de lado... mmm una ceja levantada para que ese hombre de ojos azules se arrastre a mis pies. Consejo número tres: “averigua qué le gusta más: si la mujer clásica a lo Greta Garbo, si la dominante a lo María Félix o la moderna a lo JLo”.  Mmm… Greta Garbo, (Saca una pitillera del bolso y camina a lo Garbo.  Con voz grave). “I want to be alone”… ¡No! Yo no quiero estar sola.  Yo quiero estar con el hombre de mi vida, entrar a un lujoso salón del Tamanaco y que las multitudes volteen a vernos, impresionados ante el brillo de una pareja tan bella, víctima del yugo del flash de los paparazzi.  (Guarda la pitillera).  A lo Félix.  Siéntate que me molestan los hombres de pie. Mmm… no, muy mandona; una mujer debe ser respetuosa con su marido.  (Transición a lo J.Lo).  Mira qué chulería. (Transición).  ¡Ay, no! Yo soy una romántica profesional.  Yo creo que él se iría con una mujer romántica que le guste bailar valses (Hace unos pasos de Tiempo de vals de Chayanne).  Faltan todavía veinte minutos y quince segundos.  En un rato tendré que estar en la caja del supermercado, pero me quiero ir con una nueva vida.  La princesa de Catia.  Antes que la Yurimia invente algo de nuevo, carajo.  ¡Modérate Cheily Marisela! A los hombres no le gustan las mujeres vulgares, eso es de mujeres públicas, de las Yurimias que pueblan este mundo. (Pausa.  Canta)  

 

Él vendrá con la flor en la mano 

Y tú lo esperarás con calor de verano 

Es tu día feliz, olvida el pasado 

Él será tu presente, muchacha aprovechalo. 

 

CHEILY  ¡No va a venir...!  (Pausa breve).  El horóscopo dijo claro y raspao que hoy las estrellas se confabulaban para iniciar la aventura de un romance, que no venga el horóscopo a pelarse.  ¡Qué mala suerte...! Es que cuando el pobre lava, llueve. Es que cuando una está de malas hasta los perros la mean.  Refrán y más refrán.  Es que me vuelvo folklórica cada vez que me pongo ansiosa.  ¿Por qué ansiosa?  Porque ya corro el riesgo de quedarme soltera: señorita Cheily, santa Cheily Marisela.  ¡Noooooo...! Yo nací para tener hijitos lindos y rubitos, para tener un rubio marido con el que viviré en una rubia casa, al que le prepararé rubias cenas y con el cual iré a las fiestas de sociedad de gente rubia y bailar rubios valses.  Yo quiero ayudar a los pobres haciendo fiestas de beneficencia a las que vaya la crema y nata de la sociedad: millonarios con sus rubias esposas como yo… nadie se va a dar cuenta que para ese entonces el cabello será rubio a fuerza de farmacia…  Mientras tanto… (saca del bolso una peluca rubia y se la pone). En la guerra y en la belleza todo se vale… todas vestidas con abrigos de piel y joyas exquisitas para recoger fondos para regalar a los niños pobres arroz y latas de sardina.  Ése es mi futuro...  ¡Si me ves, Yurimia te mueres…!  Ahí sí que no habrá plancha que alise esos chichas; soy tan buena que te invitaré a la boda: por fin conocerás lo que es vivir.  Cheily Marisela: control, nada de humillaciones ni de venganzas. Vanidades. “A los hombres no le gustan las mujeres agresivas”. Mija que si te ve así, lo espantas.  (Se relaja).  Respiración… respiración… respiración.  Él tiene posición, se le ve... tiene pinta de hombre fino... cada vez que llega a la caja para pagar su sánduche de queso amarillo y el jugo de naranja me dice: “Hola, buenos días”, le doy el vuelto y dice “gracias”, me mira con los ojos azules y sonríe su sonrisa rubia y esa sonrisa dice algo... nadie dice “gracias”. Esos esperrujíos agarran el vuelto, se lo guardan y no hablan como si una estuviera ahí como un robot.  La gente que entra a la taguara se especializa en no dar los buenos días; no existe un alma que dé las gracias después que una ha metido su compra en las bolsas.  Es como si merecieran mi atención, mi sonrisa, como si yo estuviera ahí puesta por un ministerio: el Ministerio de la Belleza.  Por supuesto que él no vive en este barrio donde está la mayor concentración de gente ordinaria y sin modales… él debe ser político, ejecutivo, misionero para venir acá.  Debe ser de esos que prestan ayuda para que los demás avancen… algo así.  Pa’ mí que él es un Brown, un Strauss… un Kennedy… tiene cara de… de Peter Kennedy; pero no es la posición social lo que me interesa... es el amor que puede haber entre dos seres, es encontrar el alma gemela.  (Canta):  

 

Si yo encontrara un alma como la mía,  

Cuántas cosas secretas le contaría....  

 

CHEILY  ¿Y si se lo estoy quitando a otra? ¡Nooo…! Él no lleva anillo.  (Pausa.  Mira el reloj). Doce y diez.  ¿Y… y si es de esos que les gustan otros hombres?  ¿Esos que el vulgo dice que se les moja la canoa? ¡Hereje, Cheily Marisela! ¡Hereje! ¿Cómo puedes pensar algo así de un hombre que se deshace en sonrisas, que es masculinísimo de arriba abajo, que no tiene ni un poro de femenino?  Te consta que te ha lanzado piropos: “¡Qué hermosa sonrisa!”, “Eres bien agradable”. Nada de esas horribles ordinarieces de “estás buena, mami” o “arroz que carne hay”. Pero bueno... voy a tener que buscarlo... él trabaja en ese edificio... aparezco diciendo que tengo que hacer una cita y...  Pero antes, el maquillaje.  (Se maquilla.  Recargada). ¡Buscarlo jamás, Cheily Marisela...! ¡Jamás! No botes la decencia por la ventana.  ¿Has perdido el juicio?  ¿Estás loca?  No vas a buscar a nadie, eres muy femenina para andar persiguiendo hombres.  ¿Y si me lo roban?  ¡Ay, si me lo roban...! Solterona, mil veces solterona.  Mi horrible destino será soportar a los hijos de Reiny, Deivy, Leidy y Cleivy: “Tía, ¿por qué no te casaste?”  ¡Qué bochorno, yo sin saber qué decirles! Una mujer tan bella, tan natural, con tanto que ofrecer y soltera.  Se te adelantaron.  No viene.  ¡Que sí, que viene!  Vamos, sigue con el plan. ¡Vamos, que el mundo es de las audaces!   (Del bolso saca un vestido de novia.  Lo muestra). Esto es el resultado de lo que hacía cuando no era cajera.  Una belleza.  No porque sea mío.  Años cosiendo centímetro a centímetro.  Mi primera obra maestra.  (Se pone el traje de novia).  Para adelantar.  Me ve, se declara, le digo que sí, nos vamos al registro y seguimos a la iglesia.  Tan bello mi traje.  Lo comencé a coser a los quince años porque si de algo estaba segura era que el vestido de mi boda tenía que ser único, diseñado y cosido por mí.  Es el momento más importante en la vida de una mujer como para que el vestido lo cosan otras.  

 

CURA  Peter Kennedy, ¿aceptas como esposa a Cheily Marisela? 

 

PETER  Sí, acepto. 

 

CURA  Cheily Marisela, ¿aceptas… 

 

CHEILY  ¡Sí! 

 

CURA  Hija, deja que termine.  ¿Aceptas por esposo a Peter Kennedy? 

 

CHEILY  Sí, acepto. 

 

CURA  Declaro a esta rubia pareja unida en rubio matrimonio. 

 

CHEILY  Y estarán los fotógrafos de People, Vogue… chas, chas, chas.  Y le preguntarán a él por sus inversiones y a mí por mis diseños de traje de novia, por la próxima colección de otoño. Ojalá que Yurimia no afloje la lengua… que no venga con la calumnia del bachaqueo ese. Me inmolo si sale en la portada de HOLA: “Bachaquera: El oscuro pasado de Cheily Kennedy”.  Y está decidido: luna de miel en París.  Una luna de miel si no es en París no es luna de miel: Les Champés Elisés, Le Musé del Luvré, Le Moliné Ruyé y comiendo comida francesa: cachité de jamoné, bisté encebollé y de postre heladé de parchité, helado de parchita en español.  Y no invito a nadie del barrio ¿A quién invitaría si en este barrio nadie vale la pena?  Los invito y seguro se ponen a perrear.  Y aquí no vuelvo.  Dejo todos los corotos, menos las barbies y las Hello Kitty que me regalaron en mi más tierna infancia. Adiós, barrio.  No te soporto.  No te aguanto. No seré ninguna princesa de Catia. Ya pagué penitencia.  Quedarás como recuerdo de un pasado borroso, lleno de carencias. 

 

AHMED  (En off).  ¡Princesa Habibi! 

 

CHEILY  ¡Coño! ¡El sirio! ¡Hasta aquí me sigue! ¡No puede ser!  (Se pasa la mano por el rostro y se corre el maquillaje). ¡Coño, el maquillaje...! ¡No…! Si me ve Ahmed pensará que todo esto es para él. ¡No! ¿Por qué me pones estas pruebas tan difíciles, San Antonio?  (Se esconde).  Las mujeres exitosas como yo no estamos para esto.  Ya.  Casi la hora.  (Se asoma para ver si Ahmed se fue.  Sale.  Intenta arreglarse el maquillaje). Ahí viene.  Sí, es él.  ¡Mi príncipe…!  ¡Hola!  ¡Hola…!  Soy yo.  Me di cuenta que... tú sabes… Y bueno.  Para no hacer larga la cosa.  Ya estoy lista.  ¿Yo? Cheily.  La cajera a la que sonríes cada vez que entras al Gran Supermercado Damasco.  Si estás libre, podemos ir al registro: está abierto.  Estudié en Fe y Alegría, tengo un amigo cura; salimos del registro y vamos a la iglesia.  Él nos casa.  La fiesta la dejamos para el fin de semana.  ¿Qué?  ¿Qué te pasa?  No, es que solo un ciego no se daría cuenta de este amor nuestro.  Sé que a ustedes les gusta tomar la iniciativa, pero ¿Cómo te digo?  Nos tienen envidia en la taguara.  Quieren destruir nuestro amor. Mi jefa odia que yo sea feliz y el dueño me quiere guisar.  Pero yo no.  He defendido la pureza de nuestros sentimientos.  Te he sido fiel porque lo mío son los catires.  No te he faltado ni siquiera con el pensamiento.  Eres el primero y el último. Vamos, que si demoramos cierran el registro.  ¡Lo olvidaba…! Espera un momento.  Voy a llamar a mamá, para que vaya con Reiny, Deivy, Leidy y Cleivy y nos esperen en la iglesia.  ¿Qué te pasa?  ¿No quieres que vayan?  ¿Qué pasa? ¿Por qué huyes? (Pausa breve).  ¿Loca?  ¿Jugaste con mis sentimientos?  ¿Me diste falsas expectativas?  ¿También tú? Estoy jodida… una cenicienta que ni príncipe tiene.  Espera… no te vayas… espera… ¡¡¡No me dejes!!! (Pausa).  Se fue.  Se fue con mis ilusiones, mis sueños, mis esperanzas.  Sola con toda mi pureza e ingenuidad, el corazón destrozado y abandonada en la plaza Pérez Bonalde.  San Antonio, ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Yo cumpliré con mi destino… eso sí, no me mandes de monja… es que no creo tener vocación.  Y si pudieras mandar a Yurimia no sé… a Tucupita, a Bejucal.  Y Ahmed que deje de fastidiar.  A la cruda realidad.  (Se quita el traje de novia.  Lo guarda en el bolso.  Saca la bata de cajera.  Se pasa de nuevo la mano por la cara. Cheily Marisela. Se escucha una voz masculina).   

 

AHMED  (En Off).  ¡Princesa Habibi…! ¿Estás por ahí? ¡Cheily…! 

 

CHEILY  ¿Ni eso, San Antonio?  ¡Ay, San Antonio, no me tortures y ayúdame, ¡chico…!  

 

Luces bajan por fade a oscuro.  Se escucha Es tu día feliz, interpretada por Roberto Livi. 

Biografía
Pablo García Gámez

356204479_1376438606267334_620363868745429561_n.jpg

Dramaturgo nacido en Caracas, Venezuela.  Entre sus obras publicadas se encuentran:  Blanco (2006), Las damas de Atenea (2008) y Rematado (2008).  En el 2017 su obra Noche tan linda fue publicada en la revista Conjunto (La Habana, Cuba).  En el 2019 su obra Olvidadas fue publicada en las antologías Teatro latino:  Nuevas obras de los Estados Unidos y Apacuana:  Cuatro obras ganadoras 2015-2018.  En el 2023, su colección de obras Querer ser: Tres piezas queer fue publicada por La Feria del Libro Latina de Queens. La producción teatral de Pablo García Gámez ha sido reconocida por Fuerza Fest con el premio Abniel Marat y con el Premio Nacional Apacuana en su Venezuela natal.

bottom of page