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Ante la apremiante necesidad de reflexionar sobre la profusión de los feminicidios, transfemicidios y travesticidios en el continente, y ante la falta de políticas de   investigación y tratamiento jurídico y legal por parte de los estados, EntreTmas Revista Digital contribuye al proceso reflexivo a través de la siguiente publicación: “Duelaje social y violencia patriarcal: construyendo comunidades de afectos feministas”.  Desde el enfoque metodológico de Investigación-Acción-Creación-Feminista (IACF), y a partir de diferentes disciplinas de estudio, las autoras desarrollan talleres de duelaje social para acompañar a familiares, amigues, vecines, compañeres en el proceso postmortem. En este artículo presentan una reflexión crítica situada y encarnada de uno de dichos talleres. Con la organización de estas comunidades se proponen contribuir a la construcción de refugios de cuidado y dignificación de las víctimas, construir una memoria desvictimizadora y reparadora y, asimismo, desarrollar prácticas colectivas de resistencia y denuncia social.

 

Margarita Drago

 

Duelaje social y violencia patriarcal: construyendo comunidades de afectos feministas

Social Grief and Patriarchal Violence: Building Communities of Feminist Affections

 

Rosana Paula Rodríguez

María Alejandra Silnik

Carla Cañas

 

 

Restaurar objetos es como recuperar partes perdidas de mí.

Destrozadas y carbonizadas,

Las personas también nos reconstruimos de la misma forma.

Es verdad, nunca somos las mismas.

Llevamos las heridas por dentro.

El olor del fuego. La melodía desafinada.

Algunas partes faltantes.

Pero ahí estamos, girando sobre nuestro eje, inestables y radiantes.

Soy de las personas que piensan

 que morirse es una opción muy válida en algunos casos

y sobrevivir, un arduo trabajo

que requiere tomarse el tiempo

de juntar las piezas rotas y hacer algo con ellas.

Algo diferente, doloroso y a lo mejor, bello ...

Paola Alé, 2022

Resumen

En este artículo nos proponemos indagar en torno a los procesos de duelaje que transitan las mujeres cercanas (hermanas/es, madres, hijas/es, amigas/es, entre otras/es) a las víctimas de suicidios inducidos femicidas/feminicidas y falsos suicidios. A través de la exploración de las implicaciones de estas pérdidas en sus vidas, procuramos contribuir en la construcción de comunidades de afectos feministas que alberguen procesos de duelaje social a partir de la producción de instancias éticas políticas reparadoras y prácticas creativas para ritualizar, integrar y re-elaborar el dolor - sufrimiento. Desde el enfoque metodológico de Investigación-Acción-Creación-Feminista (IACF) desarrollamos talleres de duelaje social, y en este artículo presentaremos una reflexión crítica, situada y encarnada de uno de ellos.

 

Palabras Claves: duelaje social, suicidios femicidas, comunidad de afectos feministas, duelantes

 

Abstract

In this article we propose to investigate the grief processes that women who are close to victims of femicidal/feminicide-induced suicides (sisters, mothers, daughters, friends, among others) go through and false suicides. Through the exploration of the implications of these losses on their lives, we seek to contribute to the construction of communities of feminist affections that host processes of social grief through the production of reparative political ethical instances and creative practices to ritualize, integrate and re -elaborate pain - suffering. From the methodological approach of Research-Action-Creation-Feminist (IACF) we develop workshops on social grief, and in this article, we will present a critical, situated and embodied reflection of one of them.

 

Keywords: social grief, femicidal suicides, community of feminist affections, mourners

 

1.Introducción

 

En este artículo nos proponemos indagar en torno a los procesos de duelaje[1] que transitan las mujeres cercanas (hermanas/es, madres, hijas/es, amigas/es, entre otras/es) a las víctimas de suicidios inducidos femicidas/feminicidas y falsos suicidios. A través de la exploración de las implicaciones de estas pérdidas en sus vidas, procuramos contribuir en la construcción de comunidades de afectos feministas que alberguen procesos de duelaje social a partir de la producción de instancias éticas políticas reparadoras y prácticas creativas para ritualizar, integrar y reelaborar el dolor - sufrimiento.

Desde el enfoque metodológico de Investigación-Acción-Creación-Feminista (IACF)[2] desarrollamos talleres de duelaje social, y en este artículo presentaremos una reflexión crítica, situada y encarnada de uno de ellos. Estos encuentros surgen como espacios creativos para la construcción de confianza, escucha y afectividad entre las/es participantes, constituyéndose a su vez como instancias colectivas para duelar y honrar la memoria de quienes ya no están, porque fueron víctimas de violencia patriarcal extrema, a saber: suicidios femicidas/feminicidas.

En esta ocasión focalizamos en el primer taller que se llevó adelante en marzo del 2023, a un año de la muerte de Lucía Moyano, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado colgado de un árbol el 27 de marzo de 2022, en el distrito Alto Verde del departamento de San Martín, Mendoza. Lucía era una joven de 27 años, con dos hijes, una niña de 6 y un niño de 4. Estaba en una relación de pareja, desde hacía tres años, con Carmelo[3], chofer de camión quien además tenía un criadero de chanchos donde Lucía se desempeñaba como cuidadora. Vivía con su madre, sus hijes y su hermano en un barrio ubicado en una zona rural pobre, con dificultades de accesibilidad y falta de recursos, a 44 km de la ciudad de Mendoza.

Tras la muerte de Lucía, familiares, amigues y allegades denuncian que no se trató de un suicidio, sino que fue un ataque de violencia patriarcal de su pareja. Dadas las circunstancias dudosas de su muerte, exigen justicia[4] y reclaman una investigación policial y judicial que contemple una exhaustiva reconstrucción de los hechos y establezca con claridad la causa de su muerte.

En el marco del proyecto de investigación, convocamos a las mujeres duelantes/dolientes del entorno íntimo de Lucía a participar de un encuentro con formato de taller. La invitación, inscripta en el contexto del duelo colectivo y con la necesidad de honrar su memoria, se realizó a través de Jésica, su prima, quien estuvo y está fuertemente comprometida en la demanda de justicia. Si bien el grupo convocado era más amplio, quienes efectivamente participaron fueron: Mª Ester (exsuegra), Bibi (excuñada), Carla (excuñada), Pamela (amiga) y Jésica (prima). Destacamos que, excepto Jésica y Pamela, todas las demás son familiares de Andrés, exmarido de Lucía y padre de sus dos hijes. Las ausencias podrían dar cuenta no solo de las conflictividades entre ambas familias, sino también hacia el interior del círculo primario de Lucía.

En el espacio del taller nos propusimos contribuir y acompañar el duelo colectivo, dando lugar a la necesaria politización de lo ocurrido, a partir de algunas dinámicas que permitieron habilitar palabras, experiencias y sentires. Poniendo el acento en cómo se transita la cotidianidad, sosteniendo y activando la memoria, la visibilización del hecho y la persistencia en la búsqueda de verdad y justicia. Las actividades propuestas, en tanto prácticas creativas, facilitaron no sólo la expresión de la propia singularidad duelante, sino también dieron lugar a una comunidad de materialidades encarnadas, cuya presencia/ausencia configuraron un refugio, un espacio liminal para cobijar y sostener lo indeterminado e indescifrable, una comunicación entre temporalidades vivas y no, fue posible. 

Respecto del proceso de acompañamiento en torno del dolor de otras/es es “un asomarse a un pozo hondo sabiendo- aunque por momentos bajamos a él- no lo habitamos permanentemente” (Diéguez Caballero, Ileana, 2021, p. 16). Nos exige conectarnos con nuestros propios límites y dificultades, con lo simultáneo de lo intransferible del dolor ajeno y la siempre insuficiente solidaridad compasiva.

La actividad se desarrolló en torno de cinco momentos: se inicia con una dinámica de presentación de todas las asistentes, continuando con una actividad para despertar la conciencia corporal a través de la respiración; en un tercer momento se propone una ronda de palabras para recordar a Lucía, siguiendo con algunas orientaciones para reconocer y reforzar las redes de apoyo. Por último, a modo de cierre se realiza un ritual acompañado de ofrendas para honrar su memoria.

El dispositivo desplegado permitió que cada una de las mujeres trajera momentos significativos de la relación compartida con Lucía; risas, secretos, complicidades, anécdotas, con cuya falta van aprendiendo a vivir.

 

2. Palabra, duelo y memoria

 

La primera propuesta consistía en presentarse y tomar una flor del color que representara el estado emocional/afectivo del momento. Las rojas referían a las emociones más candentes y encendidas; las amarillas a aquellas, vinculadas a la calma, sosiego y tranquilidad, pasando por las naranjas que serían las intermedias. Como era esperable, casi todas eligieron la flor roja y sumaron a su presentación la relación que las unía a Lucía. Muy rápidamente comenzaron a profundizar en sus sentimientos e interactuar entre ellas, trayendo recuerdos y contando cómo transitan su presente.

Se percibe una profunda angustia en la voz de Jésica, quien desde la muerte de Lucía promueve la búsqueda de respuestas por parte de la justicia. Ellas tenían una fuerte relación afectiva, y desde lo sucedido se ha encargado de organizar marchas, recolectar pruebas, sacar fotos, hablar con especialistas y militantes feministas, en búsqueda de la verdad y contra todo tipo de impunidad[5]. Jésica desde el inicio se posicionó como investigadora especialista en tanatología, motivada afectivamente en la búsqueda de evidencias probatorias, dispuesta a una “performatividad de la falta” (Diéguez, Caballero, Ileana, 2021, p. 17). Fotografiando el cuerpo muerto de Lucía en la morgue y en la sala velatoria, entrevistando a especialista por su cuenta, anticipándose a las respuestas ineficientes del estado, poniendo de manifiesto un accionar despreocupado y cómplice que encubre, oculta y borra rastros. Jésica quiebra el monopolio del saber forense como sostiene Rossana Reguillo (2021) y construye un saber poderoso, sistemático y riguroso a contrapelo de las instituciones judiciales y policiales. 

Jésica vive en el mismo barrio del agresor, en la misma cuadra que vivía su prima, y debe tolerar encontrarse con Carmelo a menudo, lo que le genera fundados sentimientos de enojo, dado que, si bien no se encuentra imputado, es el principal sospechoso para toda la familia y allegades de Lucía.

Jésica manifiesta que, además de encontrarse en el barrio a quien considera responsable de la muerte de su prima, este hombre la hostiga e intimida. Sin embargo, ella sostiene que no le teme y que nada va a detener su reclamo, porque su prima-amiga-compañera “la Luci” la convoca desde el más allá a la búsqueda de justicia. A “la performatividad de la falta le sigue irremediablemente una performatividad de la búsqueda” (Diéguez Caballero, Ileana, 2021, p. 30).

 

Jésica: …que esté libre, que te sobre, te desafíe con su mirada… Nunca le quité la mirada, no le tengo miedo. ¡Quiero la verdad! Una vecina me dice que pare, que ya está, que voy a hacer que él me mate también, pero yo no le tengo miedo...

 

Desde su profunda rabia y dolor, con justa razón, ella pone el acento casi exclusivamente en el accionar de la justicia, en la tarea de la fiscalía y las irregularidades del proceso de investigación. Estas temáticas fueron abordadas en profundidad en varios encuentros previos, destinados a construir las autopsias sociales para reconstruir la biografía liminal (Diéguez Caballero, Ileana, 2021; Rodríguez, Rosana, 2024) de Lucía. En cambio, los talleres fueron coconstruidos como un espacio para abordar los procesos de duelo colectivo. Dado que la problemática jurídica excedía a las posibilidades de contención de la demanda por parte de las integrantes de la equipa como así también al encuadre propuesto para este primer taller, sortearla implicó un desafío para nuestra coordinación. El poder transitar otros carriles, sólo fue posible gracias a la disposición de las participantes para abrirse a su propio dolor, validarlo y compartirlo.

Fueron reiterados los comentarios de preocupación, por parte de todas las presentes, con respecto a les hijes[6] de Lucía, quienes se encuentran a cargo de María Esther, su exsuegra.

 

María Ester: …superando todo con ellos, ser fuerte por ellos.… Yo soy la abuela paterna. La verdad que me están superando los niños, porque ellos son niños no tienen que pasar por eso… Ellos te dan fuerza.

 

Los femicidios o suicidios inducidos marcan heridas en toda la comunidad cercana, incluso en el colectivo de todas las mujeres y personas transfeminizadas, no solo en la familia nuclear, además de que los discursos sociales (políticos, mediáticos y de las redes) en torno de las violencias patriarcales moralizan, aterrorizan y domestican el comportamiento de todas las mujeres, tal como señala Jules Falquet (2017).  Más allá del grado de parentesco o el tipo de relación que mantenían con la víctima, todas/es se ven obligadas/es a rearmar su vida luego de un hecho de estas características. Reflexionar sobre significados de lo ocurrido, las formas en que duelantes/dolientes pueden tramitar la pérdida, integrarla y rearmar la trama vincular para sostener y sostenerse frente al vacío que ya nadie ocupará, requiere articular un acuerpamiento colectivo consciente.

 

El duelo, el desamparo y la indignación se mezclan con el dolor de sentir la vida congelarse en ese momento en que llega la noticia del asesinato de una hija, de una madre, de una hermana. Cuando hablamos de mujeres asesinadas, no sólo hablamos de mujeres que formaban parte de sus familias, sino también de mujeres que tenían un lugar, no importa cuán destacado, en la vida de la comunidad toda, como compañeras de trabajo, como voluntarias, como amigas. Cuando decimos “ni una menos”, decimos justamente eso. La pérdida de cada mujer deja vacíos, incertidumbres (Castro, Natascha et al, 2024, p. 251).

 

Les niñes de Lucía, adquieren un verdadero protagonismo en los relatos de las mujeres, por el trabajo de cuidado que involucra, pero también por las experiencias infantiles que nos comparten y que habilitan una coproducción de conceptualizaciones complejas, como veremos más adelante en el texto. Los estudios sobre femicidios muchas veces abordan las infancias como si se trataran de víctimas colaterales, incluso también suele denominarse víctimas indirectas, perdiendo de vista el carácter estructural de la violencia heteropatriarcal adultocéntrica, racista y clasista. Les hijes experimentan un duelo complejo como lo son los duelos por suicidios femicidas además de tener que transitarlo, experimentan una reorganización de sus vidas, que resulta altamente angustiante, incluso, inhabilitante y puede prolongarse en el tiempo más de lo esperado. Es por ello que resulta vital la existencia de redes de apoyo y la construcción de un tipo de vínculo simbólico con su difunta madre para así poder elaborar e integrar la pérdida.

¿Quiénes y bajo qué condiciones asumen el trabajo de cuidado en contextos de precariedad social y emocional? Jésica reconoce las tareas de cuidados de les hijes de Lucía por parte de Mª Esther, su abuela paterna.

 

Jésica: Bronca de que no se sepa nada, que los hijos no estén con su mamá. El sistema para todas las mujeres va lento... Yo sé que ella está tranquila de que sus hijos estén con ella (refiriéndose a la abuela) ... Siento que todavía no pasa nada, que está todo lento. Siento mucha bronca, porque Lucía tendría que estar acá. Le agradezco mucho a todas ustedes (a la abuela y tía) por cómo cuidan a los niños, no pueden estar mejor que con ustedes (…) ellos están muy cuidados. ¡El amor que tienen esos niños…! Están en las mejores manos, ves a los niños y están felices.

 

El espacio de intercambio ofrecido desencadenó un conmovedor estallido de palabras y emociones, un desborde de recuerdos en torno de la vida compartida con Lucía, brotaron apiñados. Desde lo colectivo implicó una suerte de alivio catártico facilitado por este encuentro de mujeres destinado a la construcción de memoria y de sus tránsitos por el duelo. 

En un segundo momento, luego de la explicitación del encuadre y las presentaciones, se realizó una actividad de conciencia corporal que incluyó el registro de sensaciones y emociones significativas. Se avanzó con estiramientos suaves, ejercicios de respiración y vocalizaciones, para concluir con movimientos y posturas de centramiento y reaseguramiento, así como movimientos de expresión y liberación.

La propuesta fue relativamente bien recibida, algunas con menor disposición para el movimiento y la recepción de las consignas, seguramente por tratarse de una actividad atípica, por el entorno y la presencia de personas desconocidas, todo lo que, junto al temor y la vergüenza, suelen tornarse en lógicas interferencias. Sin embargo, la inclusión de saltos, gritos y movimientos enérgicos permitió una descarga que se expresó en risas, sensaciones de alivio y cambios de actitud, incluso entre las organizadoras.

La inclusión de una actividad corporal en el taller se orientó a: “…ensayar prácticas cognoscitivas que involucran más decididamente las experiencias corporales, estético-sensibles y emocionales intersubjetivas” (Citro, Silvia, 2014, p. 11).  Nos referimos a experiencias de sensibilización y expresión centradas en el registro del propio cuerpo como posibilidad de autoconocimiento, orientadas a indagar en el modo en que aquello que decimos y sentimos se aloja allí de diversas formas. Darse tiempo para percibir y discriminar registros que pueden estar solapados debajo de otros más intensos, ligar ciertos dolores o malestares físicos a las emociones que se transitan. Este encuadre facilitó el acercamiento a la expresión no verbal de la propia vivencia a través de la exploración consciente de sensaciones, movimientos, vocalizaciones y acciones individuales y colectivas.

 

…en el proceso de elaborar las violencias, es fundamental que como mujeres nos dispongamos a releer nuestro ser, a escuchar los gritos del cuerpo antes silenciados, a recorrer senderos ya caminados porque nuestros cuerpos son nuestros ecosistemas informantes, por eso, nuestras experiencias corporales de mujeres son como la tierra firme para pensar y sentir (Margarita Pisano, 2004, p. 44).

 

En la instancia siguiente (tercer momento), invitadas a recordar a Lucía tal cual era, surgió espontáneamente en colectivo aquello que la caracterizaba, su simpatía. Luego fueron sumando, la gracia para bailar, la actitud de estar atenta y proteger a sus amigas, su personalidad frontal y directa “que no se achicaba con nada”, su belleza y cuidado personal, entre otros aspectos. Se la recuerda feliz, bailando, cantando, hablando de manera desinhibida y haciendo bromas. Buena amiga, protectora y confidente.

 

María Esther: …charlatana, de todas se hacía amiga. Pasaba en su moto y gritaba saludándolas.  Un día estaba en mi casa y sale de la habitación de mi hijo y me dice así nomás: yo soy la novia de su hijo, ¿sabe? Era muy simpática…. era compañera, muy buena.

Cécilia: …siempre te grita. Te gritaba siempre de lejos cuando pasaba, gritaba fuerte. Siempre bromeando.

Jésica: …que no nos dijeran nada, que nadie se metiera con nosotras porque salía a enfrentar a todo el mundo… tenía su carácter. Era muy compinche mía, teníamos códigos, si conocíamos a alguien me hacía señas… para comunicar lo que veía.

Bibi: Ella era una chica que nunca te juzgaba, siempre me apoyaba.  Le podía contar cosas de mi novio y después te terminaba diciendo “que te voy a decir yo, si también hago lo mismo con aquel otro” (en referencia al padre de sus hijes).

 

También las familiares y amigas mencionan su tristeza, refieren a un dolor que la acompañaba desde hacía largo tiempo y que en diferentes momentos se volvía más intenso. La relación complicada con su madre[7], las referencias a sentimientos de abandono y los diagnósticos de salud mental de Lucía difundidos en el proceso de investigación penal (depresión) impregnan sus decires. De este modo, el sistema médico contribuye en la producción de sentido y vulnerabilidades a las ya padecidas: violencia, discriminación, pobreza, inseguridad laboral, exclusión social, entre otras precariedades.

 

María Ester: Estaba muy triste. Siempre estuvo en un estado depresivo, desde antes. Después cuando estuvo de novia con Alexis, cambió un poco, pero después siguió igual…

Jimena: … siempre sufrió la ausencia de su mamá… así mismo que llevaba ese dolor, era alegre.

 

3. Redes de apoyo y acompañamiento entre mujeres en procesos de duelo

 

Lo que se quemó afuera, también se quemó adentro.

Es un incendio que aún existe dentro de mí

Y que no es fácil de apagar.

Este año algunos días viví, otros solamente existí.

Paola Alé, 2022

 

...la ceremonia protege como una casa,

porque permite habitar el sentimiento.

Roland Barthes, 2009

 

En un momento posterior, nos propusimos reflexionar en torno de las estrategias de afrontamiento y elaboración/integración de la pérdida, y reconocer la importancia que tienen las aliadas (personas, animales, objetos, recursos emocionales, cognitivos, sociales, relaciones) que contribuyen en el proceso de transitar el laberinto del duelo. En la convocatoria al taller se les solicitó llevar algún objeto que les recuerde a Lucía. Diversos objetos manifiestan diversos motivos, cada una compartió aquello que la vinculaba con Lucía. Carla trae un cigarrillo que representa ese momento que compartían con Lucía de confidencias, complicidades y charlas íntimas. Jésica protagonizó un instante muy conmovedor.

 

Jésica: Yo traje su voz... Tengo los audios porque tengo miedo de olvidar cómo era su voz (comparte el audio en altavoz. María Ester y Carla se emocionan y lloran).

 

Olvidar produce temor, porque se supone que el duelo lleva consigo otra pérdida, el amor por aquellas/es/os que han muerto. La asociación del duelo con el olvido hace que el proceso necesario de duelaje se presente innecesario, caótico, evitativo, errático y demorado. Jésica, al traer al encuentro la voz de Lucía, lo hace también con el objeto de denunciar a las diversas instituciones y agentes del estado que convirtieron en ininteligibles e inaudibles sus palabras, poniendo en evidencia la revictimización que clausura su demanda de ayuda. Jésica sostiene y transforma ese lazo amoroso que la une a Lucía, en una política posmortem en torno de una voz que se rebela a ser silenciada, desde el más allá.

María Ester, en cambio, llevó como referencia a sus dos nietes, legado de Lucía, cuya máxima preocupación reside en el padecimiento subjetivo.

 

María Ester: A mí me dejó mis nietos. Nunca voy a llenar el vacío de su mamá. Yo jamás voy a poder reemplazarla. Dolor por el vacío de los niños... La psicóloga dice que están bien, se adaptaron bien en la escuela.

 

Así, luego de que cada una de las familiares y amigas de Lucía expresaron sus elecciones y el motivo de dicha selección, se les propuso hacer uso de los elementos presentes (telas de colores, brillos, lentejuelas, flores, velas, pinturas, entre otros diversos materiales) a fin de investir ese objeto intervenido para entregarlo como una ofrenda en memoria de Lucía.

A continuación, se descubre un altar realizado por las coordinadoras del taller que incluye la foto de Lucía, lo que provoca un profundo silencio seguido de una confusión de emociones diversas, entre risas, lágrimas y sorpresa. Se las invita a que coloquen sus elecciones resignificadas en el altar, junto con una vela y que expresen algunas palabras que hubieran querido decirle a Lucía. Así como en una fiesta pagana, cada una fue depositando, a modo de ofrenda, su vela encendida con el presente seleccionado: cigarrillos, audios, imágenes, yerba mate, canciones, anécdotas.

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3.1.  Práctica ritual en memoria de Lucía 

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Ofrendas en el Altar de Lucía (Archivo Colectiva Desenfocadas 2023) 

Esta instancia se completó con una ronda en la que se danzó con una de las canciones que Lucía sabía disfrutar. Finalmente, la ceremonia se cerró con un brindis en su memoria.

En el despliegue del ritual resultó significativo que las participantes no hicieran mención de instituciones religiosas o espirituales. Se involucraron con total naturalidad, quizás convocadas desde una escucha común y de pertenencia mutua, compartiendo y construyendo comunidades de afecto. Arribando así a un espacio-tiempo colectivo, donde elaborar/integrar y socializar el duelo.

Esta recreación colectiva de la memoria revela un aspecto particular de la relación entre mujeres, un modo de sostener la vida y de compartir intimidades. El poder verbalizar dolores, compartir-se de mil maneras se convierte en un reducto de seguridad y refugio ante el mundo (Rodríguez, Rosana, 2021). Lo inconfesable, “lo que muere aquí; lo que nunca dije”, circula por vasos comunicantes que a modo de raíces alimentan y dan vida a nuestras existencias. Poner en palabras, dar sentido y validez a un relato ante quien puede acogerlo con amor y respeto resultan parte de la trama oculta que sustenta nuestras vidas. Otro cuerpo, otra mirada que acompaña y da sentido. La confesión, el secreto, la revelación se constituyen en red que no solo sostiene, también impulsa y da cobijo. En algunos de los testimonios recuperamos esta experiencia que ahora muta en una fortalecida alianza postmortem entre las vivas y las muertas que se afianza y se nutre del sólido compromiso de cuidar y acompañar amorosamente a les hijes de Lucía.

Estas prácticas rituales, en tanto dan un cauce a las emociones para ser reconocidas y expresadas, habilitan la posibilidad reconstruir la integridad psicofísica, para que luego, tanto el relato como la vivencia, vayan integrándose, y tal vez sanando. Aquello ahogado, atragantado, entumecido, atado, puede comenzar a mutar, a cobrar otros movimientos. Esto en dirección a aliviar el padecimiento físico, pero también a posibilitar una saludable alineación entre sentir, pensar, decir y hacer.

 

…los cuerpos en movimiento, los cuerpos expresivos de los juegos creativos, los rituales compartidos y las artes son también “buenos para pensar” (Citro, Silvia, 2014, p. 11).

 

La apelación a recursos expresivos vinculados a la creatividad por vías verbales y no verbales se funda en el reconocimiento de los mismos como vías propicias para acceder y canalizar vivencias complejas de modo relativamente sencillo en el espacio grupal. A su vez, este tipo de dinámicas habilitan la posibilidad de activar recursos internos desde los cuales abordar el dolor, la rabia y la angustia de un modo tangencial, evitando tanto el desborde como la sobreexposición. 

Ante la pérdida y el cambio en la vida de quienes transitan el duelo, los rituales y ceremonias ayudan a encontrar un modo para rehabitar el tiempo e intentar recuperar algún tipo de estabilidad en sus vidas. Las acciones simbólicas pueden constituirse en refugio. Los rituales, en tanto acciones simbólicas que transmiten y representan valores, tienden a cohesionar comunidades. Lo simbólico es un signo de reconocimiento, una resignificación que capta la permanencia, lo duradero.  Lo simbólico otorga imágenes y metáforas que dan sentido y fundan comunidad.  Los rituales permiten “recordar hacia adelante”, ya que la repetición de los mismos no es rutinaria, sino que fusiona pasado y futuro en un presente continuo. Permiten resignificar y dar durabilidad y estabilidad al tiempo. Los rituales se asimilan en el cuerpo, una memoria y una identidad que es corpórea y subjetiva, al tiempo que proporciona ámbitos comunitarios y colectivos. De tal modo, la comunidad ritual es una comunidad de la escucha común y de la pertenencia mutua, centrada en una conciencia colectiva (Chul Han, Byung, 2020).

En la construcción comunitaria centrada en la experiencia, las mujeres ritualizan el encuentro, el dolor, la indignación, pero también celebran la alegría, la vida, la resistencia, la memoria compartida de Lucía.

 

4. Cuidados, silencios y ausencias

 

Como parte de la reflexión colectiva que se generó a lo largo del encuentro, además de las propias vivencias, hubo espacio para comentarios solidarios e, incluso, consideraciones críticas respecto de la madre de Lucía (quien no asistió). Varias de las mujeres presentes pusieron en valor y agradecieron la tarea de cuidado y crianza de María Ester con les hijes de Lucía, destacando también la relación de complicidad y solidaridad entre todas.

 

Carla: ...en nuestra familia nos damos fuerzas, estamos muy conectadas. Nos dan fuerza los niños. Estamos compartiendo con ella el mismo dolor (en referencia a Jésica, prima de Lucía). A diferencia de su madre que …pareciera que nunca sufrió la pérdida de su hija.

Cecilia: …a mí me decía Negra, era la única que me decía así. Siempre salíamos a fumar... Las charlas mientras fumábamos… Las conversaciones que ella se llevó, los secretos…

María Esther: Las cosas que ella me contó van a quedar conmigo nomás.  (refiriéndose a lo que Lucía le contó sobre su mamá, una de las últimas veces que se vieron).

 

Todo ello, sin intención de revelar el enigma del vínculo de Lucía con su madre, y advirtiendo que hay algo que se dice, que se sabe, pero que deja lugar a un misterio insondable, un secreto guardado que sangra y que está marcado por un mandato de maternidad que parece frustrar, incomodar, que abandona y daña. En esa comunidad de mujeres que sufren por la pérdida de Lucía en un contexto de suicidio femicida, de desamparo social, económico, jurídico y emocional, lo que se manifiesta evidente y claro son las dificultades para reconocer el penoso descubrimiento de los límites e imposibilidades de duelar de su madre. Sin embargo, duelar requiere de un gran esfuerzo que, como sostiene Jacques Lacan, consiste en transitar la pérdida de quienes consideramos “irremplazables” (Lacan, 1958-9, Inédito). Enmascarar el dolor que produce la pérdida y no poder resolver el duelo expone la complejidad del mismo para quien no puede más que suspender el dolor subjetivo que deja la muerte por violencia extrema de una hija o, como sostiene Vir/ginia Cano (2023), tal vez este sea su “duelo imposible” (p. 45).

Es importante destacar que prácticamente en todo el encuentro no se nombra en ningún momento al padre de les niñes. Tampoco se hace mención del, hermano de Lucía. Se observa una completa ausencia de varones en torno de las diversas actividades que involucra el trabajo de cuidados, y mucho menos cuando se refieren a las acciones políticas de movilización y pedido de justicia.

 

 

5. Duelo social traumático y suicidio femicida

 

El dificultoso duelo que las presentes están atravesando, pudo evidenciarse entre otros aspectos, en el llanto a flor de piel de quienes pudieron comenzar a hablar, así como en el silencio de muchas, sobre todo al comienzo. Jésica manifiesta junto al dolor psíquico, numerosos síntomas físicos de la crisis existencial que atraviesa; su mundo de sentidos estallado y con nulos correlatos en la realidad para la reconstrucción en los términos que considera reparadores.  

 

Jésica: Todas sufrimos violencia y hay que aguantarse, muchas veces (con angustia y llanto). Duele acá (se toca con fuerza el pecho), duele más acá (y se abraza el vientre), ¡porque no se puede hacer nada (llora llena de impotencia) ... para que triunfe el bien!

 

La muerte de Lucía produce en Jésica, su prima-hermana-amiga, un duelo inviable, inaccesible, imposible, que impacta en su vida produciéndole malestares físicos y psíquicos que afectan su vínculo con el mundo. Cada herida en su cuerpo, también revela la persistencia de una ausencia que reclama memoria y justicia, para que ambas (vivas y muertas) puedan descansar en paz. Firme en su inclaudicable búsqueda de respuestas da cuenta de la importancia de resistir al olvido, reparar, aliviar lo insoportable para así alcanzar cierta calma que alimente la potencia insurgente de la vida.

El trauma genera un sentimiento de ruptura de la continuidad de la vida entre un antes y un después, que une de forma permanente el presente con ese pasado traumático. El cuestionamiento y la desconfianza con la que se ve el mundo genera dificultad para percibirlo como lugar seguro o, incluso, encontrarle un sentido (Beristain, Carlos, 2010). El trauma no es solo un acontecimiento que se produjo en algún momento del pasado; también es la huella que anida en el cuerpo, cuyas consecuencias permanentes establecen el modo en que se logra sobrevivir en el presente: “…cambia no solo cómo y en qué pensamos, sino también nuestra propia capacidad de pensar” (van der Kolk, Bessel, 2020, p. 23).

Entre los factores que complejizan el duelo se encuentra precisamente lo súbito, sorpresivo y no anticipado de la muerte de Lucía, arrastrada al suicidio por la arremetida fatal de la violencia femicida. Cada una de esas mujeres, familiares, allegadas y amigas, sostienen que la causa de muerte de Lucía se vincula a la violencia patriarcal y que se trata de un femicidio. De este modo, el tránsito social por el duelo es complejo, no sólo en términos individuales, sino complejo en términos sociales.

 

No existe un patrón único de afectación, dependiendo esta del tipo de hecho traumático, la situación psicológica previa, la cohesión familiar, el tiempo transcurrido, cómo hayan podido enfrentar las consecuencias de las violaciones[8]. También hay diferencias individuales con respecto a la importancia de las distintas medidas de reparación o la justicia (Beristain, Carlos 2010: 3).

 

Frente a los duelos, una parte de la subjetividad se ve obligada a reconstituirse ante la ausencia, poniendo en juego aquellos recursos internos que permitan tramitar, elaborar e integrar la pérdida sufrida. En palabras de Judith Butler, el “duelo significa ser capaces de aceptar que vamos a cambiar a causa de la pérdida sufrida, probablemente para siempre” (Butler, Judith, 2009, p. 47). El duelo por suicidio femicida podría considerarse una experiencia fractal, un duelo colectivo “imposible”, como sostiene Derrida, en referencia a que ya no seremos las mismas nunca más, porque algo de nosotras, de nuestras vidas, se llevan nuestras muertas, trastocando todo, incluso el tiempo. “Una persona está de duelo por la muerte de alguien, que se lleva consigo un pequeño trozo de sí” (Jean Allouch, 2011, p. 38). Pero también “nacen allí, en el instante extático de la muerte, miríada de mundos y tiempos im/posibles” (Cano, Vir/ginia, 2023, p. 45).

Otro aspecto que se presenta en los procesos de duelo vinculados a causas dudosas de muerte o de violencia extrema son las auto-recriminaciones: “porque no pude darme cuenta antes”, “debiera haber sospechado”, “algo podría haber hecho para evitarlo”. Así lo manifiesta Pamela, cuando recuerda los momentos previos al acontecimiento fatal, e intenta detectar algunos comportamientos o acciones que ella pudiera haber emprendido para evitar que sucediera lo inesperado. Se trata de pensamientos repetitivos que producen emociones tales como: culpa, enojo, rabia, miedo.

Pamela: “Soy cerrada, me guardo todo. La última vez que la vi me vino a pedir plata, y me dijo que después volvía. Que me levante para tomar una cervecita. Después me quedé dormida, no me levanté. Quedó en volver para el cumpleaños de los niños. Si ella hubiese ido al cumpleaños, no le pasaba eso… ella tenía que estar en el cumpleaños.

 

Los duelos atraviesan su fase de recrudecimiento en ciertas fechas significativas, tales como aniversarios, cumpleaños, fiestas familiares, entre otras; un dolor intensificado por las ausencias que el cuerpo anuncia, a veces antes que la memoria consciente. Dolor existencial; el ser en su totalidad se ve arrasado por una cicatriz en sus diversos tránsitos hacia el difícil momento de aprender a vivir con quien nos falta. En el caso de Lucía su muerte ocurre en el mismo momento en que se estaba celebrando el cumpleaños de sus hijes (que cumplían años con pocos días de diferencia) en casa de su padre, al que ella asistiría, según diversos relatos. Pero ese 27 de marzo del 2022, Lucía no llegó al festejo y su muerte, un año después, duele de muchas formas, el recuerdo colectivo resiste al olvido y permanece viva entre todas. A ese tiempo indeterminado del duelo se suma la celebración de la vida de sus hijes y la incertidumbre de la justicia que las despoja a Lucía y a todas, en palabras de Didi-Huberman, Georges (2017), de la “morada sensible de la muerte” (p. 146).

 

Carla: …dolor por la fecha de aniversario que se acerca (muerte de Lucía). Voy cayendo, pasó el año (llanto). Se acerca la fecha de su aniversario y (expresa mucha angustia, llora, se le traba la voz) … las fechas de cumpleaños. Nos pasa de todo…

 

Ese lugar que Lucía ocupaba, ese sentido que le otorgaba a cada una de quienes duelan, como un vacío insoportable se desplegó entre todas, ese saber no sabido de que algo de sí mismas han/hemos perdido, pero también algo irrecuperable de lo colectivo se disolvió, un espacio/tiempo compartido que es insustituible, porque lo perdido “no es un trozo de ti ni de mí, es un trozo entre sí” (Allouch, Jean, 2011, p. 10).

 

5. Comunidad, afectos y duelaje social

 

De manera determinante, la falta de justicia y de respuestas institucionales, así como la ausencia de reconocimiento público de lo ocurrido, inciden en los procesos de duelo a nivel personal y colectivo. La referencia de una vecina a Jésica: “que voy a hacer que él me mate también” da cuenta de cómo la comunidad ha significado este hecho, dando por sentado que no se trató de un suicidio. La vecina, con su advertencia, actúa como vocera política del disciplinamiento social, ante el desafío por parte de Jésica al mandato de silencio, ella hace público y permanente el cuestionamiento a la impunidad y su normalización en torno a la muerte de su prima.

Aquello que lacera, se intensifica cuando lo ocurrido no está social y jurídicamente validado. Es por ello que la búsqueda de justicia es tanto un acto de supervivencia, de reparación subjetiva y un acto político de resistencia.

Visibilizar y resignificar colectivamente la experiencia traumática facilita una nueva comprensión de las dimensiones y aspectos simbólicos, sociales, políticos y culturales vinculados a ella.

 

…el poder de la historia oral para convertir la memoria afectiva en historia pública. Reunir la historia oral es en sí mismo una forma de duelo, una práctica de revivir a los muertos al hablar de ellos y revivir momentos de intimidad que se han ido (Cvetkovich, Ann, 2018, p. 14).

 

La posibilidad de narrarnos colectivamente, de sostenernos, de cuidarnos, acompañarnos, permite desplazarnos de la tanática angustia centrada en una misma, reconstruyendo el propio relato de vida interrumpido en colectivo, para desprivatizar el duelo y socializar con otras/es aquello perdido.

Entramar duelos y vínculos solidarios de cuidados y afectos en contextos de precariedad y vulnerabilidad generalizada de nuestras vidas, de nuestras cuerpas, de nuestros territorios y de todo lo vivo desafía los mecanismos necropolíticos y su lógica racional que disuelve, tritura, arrasa.

El acceso a la verdad es una apuesta urgente, contra todas las instituciones revictimizantes del estado. Exigen justicia, agrupadas en una comunidad de afectos como duelantes construyendo memoria, proveyendo testimonios de los acontecimientos sucedidos previo a la muerte de Lucía, en las enmarañadas estructuras heteropatriarcales, coloniales, racistas y clasistas, en las múltiples relaciones de desigualdad y poder, desde sus propias experiencias precarizadas, aportando evidencia (siempre insuficientes) de las violencias patriarcales que se manifiestan en la biografía de Lucía. Esta comunidad articula, sin saberlo, el duelaje social y la memoria colectiva, el acontecimiento traumático y la voluntad política de no olvidar. De este modo, teje algunos intentos posibles de reparación colectiva, pero también politiza sus experiencias/saberes y significando sus luchas en diversos contextos; crea un archivo afectivo que contribuye a sostener y legitimar sus propias narrativas y evocar así las ausencias dolorosas frente a los dispositivos y prácticas archivísticas hegemónicas y oficiales que reproducen discursos deshumanizantes.

El proceso penal puede significar para las/es duelantes una posibilidad de ser escuchadas/es, de que los hechos sean investigados y que sus demandas sean tenidas en cuenta. Es indispensable que la pérdida sea “reconocida, registrada y representada”, para la elaboración e integración del duelo, “la necesidad de la existencia de un tercero que testifique la pérdida” y compartirla con otras/es puede resultar incluso terapéutico (Rubiano Pinilla, Elkin, 2017, p. 338). Las instituciones, lo público, el afuera, validan la propia percepción de lo ocurrido. Un luto público que permita dialogar a comunidades duelantes/dolientes entre sí.

 

… ¿acaso no podemos adjudicar al juicio un carácter similar al que revisten los ritos funerarios? Intervención del sistema simbólico, el juicio, como los ritos, satisface la memoria de los muertos y atestigua de su realidad (De Castro Korgi, Sylvia, 2005, p. 230).

 

Ello, sin desconocer que el recorrido que debe hacerse en la justicia puede resultar traumático y re-victimizante, por los pasos que implica en términos de gestiones, peritajes, audiencias y demás (Beristain, Carlos, 2010), sobre todo cuando ellas son las principales testigas.

El dolor físico que paraliza, el sufrimiento emocional que aturde y confunde, inciden no solo en la tramitación del dolor y la recuperación de un cierto equilibrio vital, sino en la capacidad de acción social en procura de justicia, como resulta imprescindible en este caso.

 

6. Sincronicidades afectivas

En el taller de duelaje social, también tuvo lugar algunas coincidencias o  sincronicidades, denominadas así por Carl G. Jung, entre tiempos y espacios, presencias y ausencias, existencias e inexistencias, realidad y ficción, lo material y lo inmaterial, entre las vivas y las muertas. La sincronicidad es una experiencia vivida por quienes atraviesan un duelo, una norma determinada que adquiere un significado evocativo respecto de lo que pensamos, sentimos, deseamos, soñamos e imaginamos (Rodríguez, Rosana, 2024b).

 

Lxs muertxs se mueven sin parar y son capaces de transitar múltiples tiempos y espacios, habitan los intersticios de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que no puede ser; así permanecen clavados como astillas melancólicas en la carne herida de aquellos que siguen irremediablemente ligadxs a quienes no están más, y aún así merodean y deambulan entre nosotrxs. (Cano, Vir/ginia, 2023, p. 65).

 

Nuevamente, lo indescifrable, misterioso deviene de la aparición de Lucía a su hija (una niña de 6 años).

 

Cecilia: Patricia (hija de Lucía, 6 años) la vio, estaba feliz, nerviosa, sus ojos brillaban, sintió ganas de abrazarla… ella estaba feliz, nerviosa de verla, nos quería contar y se ponía nerviosa.

Bibi: …mi hija me contaba que ella no la podía ver pero que su prima veía a su mamá ... y preguntaba por qué ella no podía verla. A veces no sabes ni que decirles a los niños…(llora).

 

Son múltiples y diversas las posibles explicaciones al “fantasma de la madre” frente a una experiencia traumática como lo es el suicidio de su progenitora; por lo general estas apariciones han sido definidas como alteraciones perceptivas. Sin embargo, preferimos optar por una perspectiva que facilita elaborar sentidos, dentro de lo posible, en torno de la muerte de su madre.

 

Ritualizar el dolor de la pérdida es profundamente singular, y se hace reconocible cuando la reiteración espiralada se instala en un fluir del inconsciente y al compartirlo con otras/es, el acto fallido, como el sueño, resultan mensajes que se hacen conscientes y deviene en un saber coproducido entre el más allá y el más acá, una narrativa liminal que redime (Rodríguez, Rosana, 2024b, p. 14).

 

Una manera de rememorar, tal vez una estrategia de supervivencia, una densidad espectral que orienta la imaginación en la niña y en las adultas una percepción agencial del camino político que aún queda por recorrer, una esperanza colaborativa transformadora. El concepto de liminalidad, desarrollado por Iliana Diéguez Caballero (2021), nos acerca en este sentido a la: “…potencia que siempre expresa una situación relacional, un tejido de vínculos con otras y otros, con materialidades y espectralidades, con afectos que nos movilizan y nos aproximan (p. 17).

 

Esta dimensión sensible y perceptiva de la liminalidad refiere a un momento, un umbral de transición, no es una cosa ni otra, pero puede ser ambas; es una frontera que torna presente la ausencia, donde los gestos de las muertas se manifiestan, evocan, comunican algo a las vivas. La liminalidad permite habitar la memoria, revisitar nuestros archivos corporales y conectar con lo sincrónico, habilita la posibilidad de: “…pensar situaciones en las que se instala aquello que ha sido forzosamente excluido, desaparecido, y toma una presencia espectral o incluso material desde los restos (Diéguez Caballero, Iliana, 2021, p. 100).

 

También suele asociarse lo liminal con una experiencia mística, que alude a  sincronicidades en torno de la muerte, como en la presencia espectral de Lucía, como la aparición a su hija, un continuum que comunica el más allá con el más acá, el mundo de las vivas con el mundo de las muertas, inquietantes señales, espectrales alertas, que movilizan la sostenibilidad de la vida en las comunidades, en este caso,  una barriada rural cuyo territorio ha sido en términos políticos, económicos, ecológico, culturales y corporales repatriarcalizado (Cruz Hernández, Delmy, 2017).

El lazo amoroso que une a la niña con su madre, impulsa la detección del “espectro o la aparición es la modalidad principal mediante la cual algo perdido, invisible o aparentemente ausente se da a conocer o se nos revela” (Avery Gordon citado por Diéguez Caballero, Ileana, 2021, p. 101). La representación de la pérdida se vuelve presente por medio de la constatación que la niña realiza en ese acto de reconocimiento:

 

…para tramitar la enorme violencia de una pérdida traumática. De cómo viven las muertas en las vivas, en este, caso cómo vive la madre en la vida de la niña, una dulce espectralidad que abraza la memoria y reconfigura una manifestación del duelo exorcizando el miedo al olvido (Rodríguez, Rosana 2024b, p. 14).

 

La hija de Lucía distingue la presencia de la ausencia, mientras transita un duelo que tiene un carácter discontinuo, absoluto, irremediable (Barthes, Roland, 2009 [1977-1979]), esa coincidencia abigarrada contribuye a crear sentidos y oportunidades comprensivas.

En corta tiempo es muy probable que le quedarán muchas preguntas por hacerle a su madre, y este es el modo que encuentra para darle continuidad a su vínculo, incluso, puede aliviarla, inspirarla, y por qué no, también anidar un sentido otro que le brinde elementos materiales, emocionales y espirituales en su proceso de elaboración subjetiva de la pérdida de su mamá.

Esta experiencia es un gesto que se asemeja a una “neopolítica” o “política postmortem”, según Sayak Valencia (2019), porque articula fuerzas, alianzas y articulaciones sostenidas en un agenciamiento del duelo, un trenzado de memorias entre los cuerpos vivos y los cuerpos muertos que desestructuran las lógicas, los tiempos y las acciones que nos pretenden resignadas ante la impunidad, la falta de investigación y justicia, la corrupción y las complicidades. Una política postmortem que se propone una:

 

…dignificación pública interseccional, que se apropia del derecho de hablar y aparecer en público: de hacer política. (...) bajo una multiplicidad de demandas que configuran una constelación política no subsumible a ideales neoliberales de normalización, esta neo-política, se presenta con múltiples rostros y geopolíticas que hablan en lenguas y no sólo en el idioma oficial de la protesta. Esta multitud busca otrxs interlocutorxs para hacer alianzas prácticas que eviten el cercamiento, la desposesión y la masacre (2019, p. 185).

 

A pesar de la violencia patriarcal extrema que desecha y niega la vida y vulneraliza la muerte que resulta también rentable en su expresión más dañina, se impone una rebelión política, un acto de insumisión para dignificar a las mujeres asesinadas o inducidas al suicidio y evitar así el borramiento de sus historias. 

 

7. Observando nuestras prácticas encarnadas

 

El taller estuvo marcado por varias dificultades. Una de ellas fue que, por errores de comunicación, las convocadas no lograron llegar a horario[9], lo que trajo como consecuencia adecuaciones apresuradas en la coordinación. Sin embargo, podría pensarse que la reunión previa a solas de las participantes, durante un tiempo considerable, tuvo su aspecto positivo. El reencuentro tenía un carácter intenso, por diversos motivos. Si bien no lo podemos afirmar, suponemos que era la primera vez que se encontraban todas luego de casi un año y en una convocatoria de estas características. Todo esto, matizado por algunas rispideces surgidas entre ambas familias a partir de que les niñes quedaron bajo el cuidado de la abuela paterna. Finalmente, llegaron juntas y con muy buena disposición.  Pasada más de una hora del horario previsto, desde el grupo organizativo, suponíamos que no sería posible realizar el taller, por lo que el arribo nos tomó por sorpresa. De todos modos, intentando acomodarnos, decidimos darle inicio. En este comienzo un tanto desordenado, ocurrió que todas las participantes se sentaron juntas en la ronda, quedando enfrentadas a las organizadoras. Esta situación significó una alteración en torno de la propuesta horizontal y colaborativa que pretendíamos y no logramos desmontarla a tiempo. De todos modos, es posible que la cercanía entre las interlocutoras, implicara una instancia de reaseguramiento que les facilitó la participación en una situación no habitual, con la obvia carga emocional ante un grupo de personas desconocidas. Otro factor a resaltar es la cantidad de convocantes presentes, la que superaba el número de las participantes, lo que podría significar un desequilibrio en el proceso colectivo de producción de conocimiento, reproduciendo lógicas jerárquicas y ser interpretado como un exceso de observación.

A pesar de este inicio poco frecuente, en un encuentro que de por sí se prefiguraba complejo por la intensidad afectiva en juego, si bien no con la calidad y profundidad deseadas, logramos concretar los distintos momentos planificados. Vale destacar que para la equipa de investigación esta era una primera actividad postpandemia, lo cual representaba un reto no menor.

 

 

8. Algunas consideraciones finales

A través del diálogo, la escucha radical y la práctica creativa, se fue construyendo una comunidad de afectos en torno del duelo colectivo por la muerte violenta de Lucía (suicidio femicida). A medida que aumentaba la confianza se fue gestando un espacio para albergar, crear y elaborar el proceso que cada una pudo llevar adelante, politizando dimensiones diversas de la vida impregnadas del dolor por la pérdida, recreando experiencias colectivas ceremoniales, donde no sólo fue posible desplegar nuestras heridas para construir una potencialidad ética de ritualización feminista, sino también para coproducir sentidos /significados no narrativos del duelo como una afrenta de resonancias, que resista a la persistencia de expresiones exhibicionistas patriarcales y de actos predatorios, degradantes sobre nuestras cuerpas y los comunes.

La ritualización de la duelidad es un acto memorial que dignifica al permitir encauzar políticamente la indignación. Es posible encontrar nuevos sentidos para que las/es duelantes puedan desenredar la compleja trama encubierta y tomar conciencia de aquello que nos vincula con las otras/es, de reconocer la capacidad de organización, de remediar el lazo comunitario, de atender al dolor subjetivo e intersubjetivo y de afianzar redes comunitarias de afectos entre feministas. Pudimos exteriorizar emociones, dando lugar a la activación del cuerpo, recordar a Lucía tal cual era en su vida cotidiana, reconfigurar lo que ha sido dañado y rearticular acciones comunes para la sostenibilidad de la vida.

El proceso de duelaje colectivo permitió expresar/nos, compartir/nos, acompañar/nos y reparar/nos.

El enigma marcó el ritmo a lo largo del encuentro, fue el gran articulador de una paradoja irreductible, entre solapar, reservar por un lado y por otro develar, descubrir, procurando proteger, al tiempo que visibilizar. Lo enigmático, lo misterioso o mágico se constituyó como recurso creativo (Rodríguez, Rosana 2021), una sim-poiesis (Haraway, Donna, 2022), un hacer con otras para preservar, sanar, proteger arriesgando.

Avanzado el taller, el clima emotivo dio lugar a los recuerdos alegres, las risas y las anécdotas divertidas de Lucía, que derivó en una entrega de “contraofrendas” de objetos y diversas materialidades embestidas de profundos significados respecto del vínculo con Lucía. Los relatos surgidos en el intercambio exponen las maneras en que las mujeres duelantes/dolientes se las ingenian para seguir tramando acciones, tareas, trabajos, afectos que asumen con profunda convicción y compromiso.

El dolor compartido, la posibilidad de poner en palabras y simbolizar lo vivido, permitió recuperar el deseo de seguir compartiendo y tramando juntas microinsurgencias afectivas y coaliciones políticas postmortem.

 

Siempre

Secretamente te despido

Te llevás lo que hablamos ese día

Me dejás un dolor hondo

Un fuego con el que no sé qué hacer

 

Te esperé esa tarde

Rogué que no fuera cierto

Que hubiera un error 

No podías morirte

Si sos tan fuerte

Tan viva

Tan alegre

Tan vos

 

Me dijiste que lo que pasó fue una daga 

que te atravesó la vida

Te desarmó saberlo

Y qué hacer después

 

Te quise 

Te quiero

Te acompaño

Yo tampoco sé

 

Pero esa tarde fumamos del mismo cigarrillo

Tomamos cerveza del pico

Nos secamos las lágrimas

Hicimos silencio

Nos abrazamos 

Te fuiste esa tarde

Te fuiste

 

Tengo tu voz, tu risa, tu mirada 

como escudo 

Para siempre          

                              M.A.S/ 11-12-23        

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1 Este artículo se enmarca en la investigación bajo la dirección de Rosana Paula Rodríguez, titulada: "Suicidadas/es por el patriarcado: Un estudio cuantitativo y cualitativo sobre suicidios femicidas/feminicidas y procesos de duelajes". Código 06/F026-T1. Financiada por la Secretaría de Investigación, Internacionales y Postgrado de la Universidad Nacional de Cuyo. Resol. 3032/2022 Rectorado. En esta investigación indagamos en torno de la complejidad del suicidio de mujeres y personas trans feminizadas en relación a las violencias patriarcales. Se trata de un estudio centrado en la provincia de Mendoza, a partir de los registros estadísticos de las muertes violentas de mujeres, trans y travestis durante los años 2018-2021, prestando especial atención a las modalidades o métodos más utilizados para suicidarse y su relación con las violencias de género. También indagamos en torno a los procesos de duelaje que deben transitar las mujeres cercanas a las víctimas de suicidios femicidas/feminicidas. Recuperar y reconstruir junto a las sobrevivientes los sentidos que le otorgan a sus ideaciones y comportamientos suicidas en el marco de violencias patriarcales y las implicaciones que tiene/tuvo en sus vidas. Nos interesan los registros estadísticos para dar cuenta de los  suicidios desde una perspectiva feminista, la invisibilización de esta problemática y su vínculo con la violencia patriarcal, los procesos de duelaje y los testimonios de les duelantes/dolientes a través de autopsias verbales, y las experiencias y sentidos de las mujeres sobrevivientes de violencia patriarcal con idearios y comportamientos suicidas. 

2 Investigación-acción-creación-feminista (IACF) (Rodríguez, Rosana y da Costa Marques, Sofía, 2019; Rodríguez, Rosana 2021) de tipo cualitativa que surge de una articulación con la Investigación Activista Feminista (Araiza, Alejandra y González García, Robert, 2017, Biglia, Bárbara, 2015). 

3  Se omiten algunos nombres reales y en su lugar se usan seudónimos para no interferir en el proceso de investigación penal que se encuentra en curso. Cuando se utiliza el nombre real es porque sus protagonistas han manifestado su consentimiento expreso. 


4  Diversas notas periodísticas y en redes sociales dan cuenta de estos reclamos:  
https://diariodiez.ar/contenido/11339/san-martin-la-familia-pide-investigacion-en-el-caso-de-lucia-joven-que-fue-halla https://www.mendozapost.com/policiales/marcha-lucia-garcia-moyano-san-martin-ni-una-menos-viernes/ 
https://www.facebook.com/watch/live/?ref=watch_permalink&v=1402995966782601. https://radioregional.com.ar/san-martin-a-lucia-la-asesinaron-no-se-quito-la-vida/


5   Al igual que sucede en la mayoría de los casos de femicidio, son las/es familiares, amigues y compañeras/es feministas quienes denuncian y reclaman justicia. Ver: 8M: la acción de Familias Víctimas de Femicidios frente al Congreso. Disponible en:  https://lavaca.org/notas/8m-la-accion-de-familias-victimas-de-femicidios-frente-al-congreso/ 

 

6  Al momento del taller les niñes están bajo tratamiento psicológico. 


7  La relación con su madre se complicó cuando esta, luego de la muerte de su marido (padre de Lucía), decide volver a casarse y tener un hijo con su nueva pareja. Este hombre convertido en su padrastro maltrataba y desplazaba a Lucía. 

 

8  El autor se refiere en este caso a violaciones de derechos.


9  Debido a malos entendidos con respecto al lugar de realización del taller, convocado en la Sede San Martín Campus Universitario Múltiple, ubicado en calle 25 de mayo, las entrevistadas llegaron al Instituto Tecnológico Universitario, en las calles Avellaneda y Bailén. Esto demoró el inicio del encuentro, al menos una hora, lo que implicó que el dispositivo previsto para desarrollarse en dos horas y media, debiera ejecutarse en 45’. Esto generó lógicas adecuaciones en la coordinación por parte del equipo. Pese a este inconveniente, el encuentro entre ellas implicó sostener el compromiso de participación, trasladándose a la sede correcta.

 

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Valencia, Sayak (2019). Necropolítica, Políticas Post-Mortem/Trans-mortem y Transfeminismos en las Economías Sexuales de la Muerte. Duke University Press: TSQ: Transgender Studies Quarterly. Volume 6, Number 2 May 2019. DOI 10.1215/23289252-7348426., pp. 180-193. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/332927925_Necropolitics_PostmortemTransmortem_Politics_and_Transfeminisms_in_the_Sexual_Economies_of_Death.

 

van der Kolk, Bessel (2020). El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, mente y cuerpo en superación del trauma. Barcelona: Editorial Eleftheria.

Biografía
Rosana Paula Rodríguez 

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Socióloga feminista de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, República Argentina. Es Magíster y Doctora en Investigaciones Feministas de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. Es Profesora Titular efectiva de Metodología de la Investigación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo, y Profesora Titular de Sociología de la Facultad de Psicología, Universidad del Aconcagua. Actualmente dirige el grupo de trabajo Feminismos del Sur. Emociones, cuerpos y saberes. Dirige el proyecto: “Suicidadas/es por el patriarcado: Un estudio cuantitativo y cualitativo sobre suicidios femicidas/feminicidas y procesos de duelajes”, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo. Es integrante del Comité Académico y Profesora de la Maestría de Estudios Feministas UNCuyo.

Biografía
María Alejandra Silnik

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Magíster en Creatividad Aplicada (Univ. Santiago de Compostela–España). Licenciada en Creatividad Educativa (UNCuyo) y Profesora de Enseñanza Primaria (UNCuyo). Terapeuta Corporal especializada en Eutonía. Facilitadora en Desarrollo Personal. Formación en Psicoterapia Gestalt y Transpersonal.  

Biografía
Carla Valentina Cañas

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Profesora de Educación Secundaria en Historia, egresada del Instituto de Educación Superior 9-030 "Instituto del Bicentenario". Diplomada en Abordaje de las violencias desde una perspectiva de género, por la Universidad de Mendoza, y estudiante de la Maestría en Estudios Feministas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Forma parte de "La Zorra Batucada", un espacio transfeminista autogestivo que entiende la música como herramienta política de lucha. Actualmente se encuentra en proceso de escritura de su tesis en torno de las estrategias colectivas de sanación de las mujeres frente a las violencias patriarcales.

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