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Platicando con…

Para EntreTmas Revista Digital es un gusto, en esta ocasión, acercar a nuestros lectores a la poeta, antologista, gestora cultural y politóloga colombiana Martha Cecilia Ortiz Quijano. 

Gracias al colectivo de mujeres que dirigen EntreTmas Revista Digital por esta maravillosa invitación a participar en ella. Soy Martha Cecilia Ortiz Quijano, una mujer nacida en Tumaco, Nariño, un pueblo costero del Pacífico colombiano, en una madrugada de mayo, cuando una tormenta era mi casa. Antes que poeta, soy una mujer pasional, que ha luchado y seguirá luchando por un lugar, su lugar en el mundo. Creo que ese lugar me lo da la poesía. Allí es donde me siento más cómoda, no sólo desde las palabras escritas, desde el lenguaje poético, sino de todas las formas posibles que tiene la poesía, que es hecha no sólo de palabras.

 

Escribo poesía desde que estaba muy pequeña, sin saber que lo era. No sé en qué momento me doy cuenta de que me he convertido en una mujer que vive y siente la poesía, que va al ritmo de sus pulsiones, pero que también la padece, porque la poesía no trata únicamente sobre lo bello, ni tiene relación exclusiva con lo romántico, el amor, el desamor o lo erótico, sino también, con la herida que muchos seres humanos tenemos, sea desde la infancia o desde antes de nacer, de esas heridas ancestrales, familiares.

 

Hacia eso se dirige buena parte de lo que escribo, un ir hacia atrás, hacia la raíz, hacia mis ancestras, mis antepasados, poder reconocerme en ellos gran parte de lo que soy hoy, la mujer en que me he convertido. En ese hablar acerca de mí, de mi origen, en mi caso es hablar del pacífico, porque me identifico como afrodescendiente, más allá del fenotipo, las formas de mi cabello, el color de mi piel, o las facciones de mi rostro, porque el autorreconocimiento y la identidad de cada persona depende en gran medida del acervo cultural, las tradiciones y el territorio de sus ancestros y ancestras. En mi caso, aunque en realidad soy triétnica, mi madre es negra y su madre también lo era, y la madre de ella, por eso me identifico con la cultura afro.

 

Tengo ese arraigo y lo he estado trayendo a la poesía que escribo. Hubo un tiempo, principalmente en mi adolescencia donde me sentía un poco perdida, que sentía que no encajaba en ningún lugar, pese a que gran parte de mi vida he vivido en Cali, Valle del Cauca, un territorio conocido por su gran población que ha migrado o ha sido desplazada desde el pacifico sur de Colombia, entonces, es a partir de la escritura donde empieza una verdadera transformación de mi ser. Ya, cuando crezco y la poesía me encuentra y empiezo a jugar con las palabras, descubro que ese lugar en que habito las palabras tiene mucha relación con ese lugar en el que nací y la familia en que nací. Para poder autorreconocerme y conocerme, saber quién en realidad soy, he hecho un viaje al pasado a través de mi raíz y esta temática se refleja en buena parte de mi poética. Más allá de una moda o el boom de las literaturas afrodescendientes, creo que lo hago por un reconocimiento a mí misma, para saber en realidad de dónde venía, y esto ha implicado una exploración e investigación alrededor de mi familia. Pero también, a lo largo de mi carrera poética, he explorado distintas temáticas; la poética del duelo (cantos a mis muertos), poéticas urbanas, poesía testimonial, entre otras.

 

Hasta aquí hay gran parte de la esencia de quién es Martha Cecilia. Por otro lado, soy una mujer muy curiosa desde niña, desde la primera lectura en el colegio, empecé a ser curiosa de los libros, en mi casa había una biblioteca pequeña, pero no tuve una guía en mi entorno familiar. Entonces ,creo que fui solitaria en mi casa con respecto al tema de volverme lectora, simplemente leía, y eso a medida del tiempo fue contribuyendo a la formación de un carácter, y seguí alimentando la curiosidad por los libros, que hicieron su aporte en esa búsqueda de saber quién soy yo.  Así que, soy también, esa mujer amante a los libros y a la lectura, a conocer otras formas, otras vidas, otros autores de distintas latitudes, y los libros llegaron antes a mi vida que la poesía, que en realidad la descubrí o tomé conciencia de ella en la adolescencia, y desde entonces tengo una relación con la poesía, la relación más duradera de mi vida.

 

Aparte de escribir y de vivir la poesía desde ese género, no concibo que mis días inicien sin leer al menos un poema, creo que me alimenta, me nutre. Pero en mi proceso creativo, tengo otras inquietudes que he venido desarrollando hace mucho tiempo, y son la promoción de nuevas voces, la gestión, la promoción de lectura y escritura en diferentes talleres, especialmente a mujeres. He trabajado con mujeres víctimas, me siento afortunada porque he complementado mi profesión como politóloga con mi vocación de poeta, para llevarles a niñas, a adolescentes y a mujeres de distintos territorios (urbanas y rurales) otras formas de relacionarse con la palabra, y trabajar con ellas desde un enfoque diferencial y de educación popular, donde ellas puedan contar sus historias libremente y luego plasmarlas en el papel con distintos ejercicios.

 

Otra de mis preocupaciones en mi trabajo como gestora ha sido hacer una serie de recopilaciones de trabajos poéticos, especialmente de mujeres de distintos territorios, y con enfoque diferencial étnica y de género para contribuir al reconocimiento y visibilidad de sus voces, sus trabajos. Es así como hace tres años publicamos Luz al vórtice de las palabras: cartografía poética de mujeres colombianas, donde reúno la voz de mujeres desde el norte del país, en la costa caribe, hasta la zona de la Amazonía. Fue gratificante ir descubriendo poco a poco toda la riqueza poética que tiene Colombia, y me produjo una gran satisfacción ver culminado el libro como objeto, porque fue condensar muchos años de un trabajo silencioso, pero constante, de rastreo y fascinación por distintas poéticas femeninas de mi país.

 

Estudié Ciencia Política con énfasis en políticas públicas y también con un enfoque en perspectiva de género. He trabajado desde allí y combinado esto con la literatura.  Ha sido enriquecedora la experiencia de estar en contacto con comunidades, específicamente con mujeres y niñas, y poder hacer diálogos, talleres, conversatorios y hablar temas sensibles como las violencias de género, pero dándole un giro desde la creación poética, para que las mujeres cuenten sus historias, y poder aportarles algunas herramientas, las cuales han sido resultado de esa combinación entre mi carrera universitaria y mi vocación poética.

 

Mi proceso creativo lo divido como en tres momentos. El primero que vendría siendo el acto como tal de la composición del poema; en mi caso es muy orgánico, instintivo, algo inconsciente. No me gusta llamarlo inspiración, más bien es una pulsión, el impulso que viene de un lugar desconocido, a cualquier hora, lugar o en cualquier tiempo. Puedo pasar semanas, hasta meses, en que no llega, es el tiempo de sequía poética, para usar una metáfora, pero cuando está el tiempo muy fecundo, vertiginoso, vienen las palabras y llegan a mi cabeza. Entonces aparece como una revelación, y pienso que es bastante místico este momento inicial, ese misterio que luego llamamos poema. 

 

Cuando ocurre esto, puedo escribir. Es así como inicia el juego de palabras, de escribir en estructura de versos, que es por líneas, con ritmo y música los versos, y así formo la estructura del poema. Por lo general escribo mis poemas de manera versada, más que prosa poética. Entonces, cuando voy escribiendo, siempre en voz alta, para medir el ritmo de cada verso y dónde hacer la pausa o el silencio, es como un juego, pero es también un juego muy instintivo. Es como que sé exactamente donde cortar la palabra y donde encadenarla, y así es como juego a hacer el poema de una manera instintiva, pero debo terminarlo, nunca abandono un poema cuando estoy en ese estado como de catarsis y siento que debo terminar el poema.

 

El segundo momento es el momento del silencio, es cuando termino, le pongo punto final al último verso de este poema, lo dejo, lo abandono para que tome un tiempo de reposo y no vuelvo a verlo hasta que nos llegue el momento de reencontrarnos.

 

Y este tercer momento es el más complicado y más difícil para mí, y que lleva mayor tiempo, dedicación, donde ya están todos los sentidos puestos, es un momento muy racional. Los elementos que utilizo cuando me reencuentro con el poema, es empezar a descartar y a agregar, y por lo general, descarto, empiezo a depurar, a pulir cada verso, a quitar versos, o quitar palabras, o a cambiarlas; no soy de utilizar palabras muy extensas en los poemas, de muchas sílabas; y los adverbios y adjetivos, por ejemplo, procuro evitarlos, me parece que le cortan la música al poema. Muchos le llaman a este proceso la poda del árbol, hacerle carpintería o, de una manera un poco más técnica, autoeditarse.

 

Creo que todos los que escriben poesía adquieren la conciencia de que, por el bien del poema, despojarse de las palabras es saludable. A veces, entre menos palabras se puede impactar mejor. Creo que de eso se trata, si bien en los poemas se pueden contar historias, se hace desde el lenguaje poético. Mis poemas cuentan historias, pero procuro hacerlo desde el lenguaje poético en la medida de mis capacidades, utilizar las figuras literarias, los recursos, las imágenes poéticas, tan importantes a la hora de escribir un poema.

 

Dentro de estas figuras literarias esenciales en la poesía, para mí es muy importante la metáfora. De hecho, las metáforas están presentes desde niños, las madres nos dicen muchas sin saber que lo son, cuando nos dicen sus dichos, o sus regaños, o nos hablan para hacernos entender todo lo nuevo que nos va mostrando el mundo. Cuando escribo no pienso tanto en el lector, porque, aunque no totalmente, la gran mayoría de mis poemas hablan mucho de mí, de mi historia personal, de donde vengo, de los lugares que habito, y en ese proceso para mí es importante la observación, observar adentro, pero también afuera.

 

Estoy convencida que la Ciencia Política me dio herramientas para eso, y es lo que llamo etnografiar. Me encanta hacer etnografía a los lugares, a las personas, a los lugareños, viajo mucho. Siempre el contacto del otro, la otredad, para mí es muy importante. Aunque tenga poemas en primera persona, y explorando la existencia, el mundo personal  y la esencia misma del ser, también está esa otra poesía que está afuera, al exterior: la caída de la hoja de un árbol, la tormenta que se avecina, los colores de una madrugada, pero también la crudeza, el mundo, las guerras.

 

Por ejemplo, mi más reciente libro, La Brevedad de los Días, que en este momento estoy promocionando, publicado por la editorial española Sial Pigmalión, es un poemario que nace entre los tres años de pandemia y el estallido social de Colombia ocurrido en el 2021. Entre el 2020 y el 2023 escribo este poemario, no preconcebido, porque nunca empecé a escribirlos pensando que iban a estar en ese orden. Digamos que eso fue un proceso ya posterior desde finales del 2023, que empecé a organizarlos para la editorial. Este libro condensa varias de las temáticas principales de mi obra: lo que sucede en el mundo y me afecta, la ciudad, he escrito muchos poemas dedicados a las calles, a Cali (como la primera parte), dedicado exclusivamente al estallido social. Creo que esta ha sido la única vez que escribo desde la inmediatez, de algo en el ahora, que está ocurriendo. Digamos que venía muy sensible por algunas situaciones personales, por algunas pérdidas que me dejó la pandemia, el confinamiento también alteró mis emociones, como a todos y, a raíz de un diagnóstico que tengo de una enfermedad autoinmune crónica, se formó un cóctel, donde se mezclaron muchas cosas, y todo eso llegó a los poemas, llegó lo que estaba pasando y viviendo. Todo converge, llega al vértice más alto y sale.

 

El tema de la muerte, mis muertos, los muertos, como ya antes lo había mencionado, es otro tema recurrente en mi poética. Desde mis inicios he escrito a las pérdidas, a los ausentes, a las ausencias, combinado un poco el tema del Eros. Así ocurre en mi primer libro, que lo escribí alrededor de los veintitantos años. Venía de esta adolescencia y juventud temprana, fue una plaqueta hecha de manera artesanal que publiqué hace muchos años y se llama justamente Desde Eros a Tánatos. Era un viaje muy a la Divina Comedia y todos esos recorridos de cielo, purgatorio, infierno; una metáfora, donde mezclaba esas situaciones del ser humano, un poco existencial también, como esas etapas de tránsito que van ocurriendo y que alteran nuestros estados anímicos. Desde Eros a Tánatos fue ese primer intento, y la poesía amorosa y erótica se combinaron allí.

 

Mi otro libro, Desde la otra orilla, es un trabajo también de exploración muy ancestral, donde están presentes los muertos, mis muertos, y la muerte de manera contestataria. Digamos que ha estado allí ese círculo perfecto de vida y muerte y cómo lo atraviesa el Eros y el amor, creo que allí hay algo de la esencia misma de cada ser humano en este viaje llamado vida. En ese sentido, mi poética está relacionada y es multitemática, abarca y explora muchos sentidos, es sensorial, olfativa, expresa diferentes estados anímicos que atravesamos, como la rabia, la soledad, la nostalgia, el insomnio, tan presente en esa época que nos tocó transitar por el confinamiento, y la incertidumbre.

 

Sobre las motivaciones de escribir, muchos se han preguntado si la poesía, si el poeta nace o se hace, y creo que la respuesta sería que ambas. Muchos escritores anteriores a mí, dicen que la poesía los encuentra, como los libros, la historia de los libros, ellos son los que lo encuentran a uno al final. Nacemos de alguna manera con cierta predisposición, una sensibilidad especial, pero también nos hacemos al seguir explorando y desarrollando esa inclinación, esa curiosidad, con las lecturas y la escritura. La poesía es como el lugar en donde me siento más cómoda escribiendo y habitándola en todo sentido. No soy en su totalidad un ser poético, pero sí la poesía contiene mucho de mí y mis lecturas anteriores. Hace años leía más cuentos y novelas y leía también de todo, cosas que no se pueden imaginar, leía de ciencia, del cosmos, del universo, me llaman poderosamente la atención los misterios de la vida y del cosmos. Pero hoy por hoy, tengo unas lecturas y unas búsquedas más aterrizadas o dirigidas hacia la exploración de otras poéticas, sobre todo las de mujeres y de aquellas que han estado fuera del canon.

 

En este momento estoy en la promoción de mi más reciente poemario, La Brevedad de los días, publicado este 2024 por la editorial Sial Pigmalión de España. Estoy participando en diferentes ferias de libros, festivales, la idea es continuar haciéndolo por lo que queda de este año y a inicios del siguiente. Estoy muy contenta con el resultado.  Por otro lado, espero seguir haciendo diferentes talleres de creación poética en bibliotecas y colegios, no solamente de la ciudad, sino del país, y continuar con el rastreo de esas voces un poco disidentes y de diferentes territorios.

 

Estuve hace poco en un proyecto muy bonito con una revista digital de México, haciendo un dossier de poetas titulado Otros lugares, otras voces,  donde también íbamos en esa misma idea de servir de ventanas a esas voces que no tienen tanto reconocimiento, pero que encontramos en ellas un gran valor y una gran calidad estética desde el lenguaje poético. Así que, aparte de seguir escribiendo, espero continuar no sólo con la labor de búsqueda y rastreo de voces de mujeres, sino también de hombres en los territorios que han sido poco visibilizados.

 

 

Poema

 

 

SENTENCIA DE MUERTE

 

A  Jorge A. Ortiz

 

Yo perdí un hermano y no fue en la guerra

un bicho se le metió en el cuerpo un día,

consumió su carne y debilitó sus huesos.

Su ángel de la guarda lo abandonó desde la cuna

su compañera de juegos siempre fue la muerte,

la sentencia a ser niño, su única certeza.

nunca el amor tocaría su puerta,

nunca otro niño le diría papá.

 

Yo perdí un hermano y no fue en la guerra,

mi padre le heredó su nombre, su pena,

el país que nos vio nacer, se venía abajo

y los muertos se contaban de a mil,

no fue una bala que traspasó su pecho,

ni una mina alcanzó sus pasos.

 

De la boca de mi hermano se escapó un pájaro,

se fue volando por la ventana en una noche de mayo,

un árbol cuida su sueño, mi hermano duerme bajo tierra.

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