EntreTmas Revista Digital conversa en esta ocasión con el escritor, sociólogo, periodista y exprofesor universitario argentino César Bisso.
Pertenezco a un pueblo del interior de mi país llamado Coronda, que está ubicado a la orilla del río homónimo, en la provincia de Santa Fe. En mi adolescencia, comencé a escribir algunos poemas, desde el dolor que me ocasionó la temprana muerte de una de mis hermanas. Más adelante, cuando inicié estudios terciarios en Bibliotecología y luego en Letras, pude fortalecer la convicción de hacerlo con más intensidad. Hasta que llegó la edición del primer libro y el comienzo de un sinuoso camino creativo por el que todavía continúo. Pero, aquellos estudios y mi deseo de escribir se paralizaron por diferentes motivos. Tuve que esperar la llegada de la democracia para publicar nuevos libros y elegir una carrera universitaria que concluyó años más tarde con la licenciatura y el profesorado superior en Sociología.
Coordiné talleres literarios en diversos momentos y lugares, como así también incursioné en la docencia como profesor de Sociología Política en la Universidad de Buenos Aires durante veintisiete años. Fue una experiencia maravillosa. Además, ejercí la profesión de periodista en distintos medios gráficos. Una vida atravesada por la percepción, el conocimiento y la escritura. Ahora, sobrevivo al jubileo de la tercera edad con lecturas atrasadas y realizando colaboraciones en espacios literarios nacionales y extranjeros. También, por supuesto, trabajando en nuevos textos poéticos y un bosquejo para algún futuro ensayo sociológico.
He tenido la suerte de viajar a varios países de Latinoamérica y de Europa, gracias a invitaciones que me formularon para participar en festivales de poesía, ferias de libros y encuentros de escritores. Estas experiencias resultaron una buena oportunidad para difundir mi obra por todos los pequeños intersticios donde puede filtrarse un poema, misión casi imposible en esta sociedad anómica y atomizada que padecemos. Teniendo en cuenta la indiferencia del mercado en nuestro quehacer, diría que para él la poesía significa muy poco. Solo los editores independientes la valoran y se arriesgan a publicar libros de poesía. Pero como ella -la poesía- no necesita ser una mercancía, el poeta tampoco quiere complacer esa estética del vacío y no debe venderse bajo ninguna circunstancia. Por eso me conformo con abrir nuevas puertas a la sabiduría y compartir gratos momentos con una considerable cantidad de amigos que surgieron de la honestidad de una vida sencilla.
Como creador, intento que cada idea, cada sensación, cada vivencia, pueda representarse en una escritura que a veces se entrecruza estéticamente con un estilo minimalista, en el sentido de trabajar en lo esencial de cada tema que abordo. Mi escritura poética tiene una tendencia naturalista, siempre asociada a los cuatro elementos de la naturaleza. Y también existencialista, porque toma valores y actores de la vida cotidiana para canalizarlos a través de todo lo impredecible que promueve el pensamiento y luego fluye a través del lenguaje.
Los temas que elijo están trabajados desde el uso de la memoria. Muchas veces invoco el río, la vida salvaje de las islas; otras veces, la infancia y sus resonancias; también aflora la belleza del amor y la dolencia de las pérdidas; y me perturba la perversidad del poder, la hipocresía de la justicia, la impudicia de las grandes urbes, el desatino de la pobreza. Aun así, aunque creo asimilar en el lenguaje cada uno de los temas, nunca sé ciertamente lo que he escrito. El poema nace en plena soledad y en la total desnudez del creador.
Llevo casi cincuenta años escribiendo poemas y todavía me pregunto quiénes somos los poetas: ¿el profeta de Víctor Hugo? ¿el enfermo maldito de Rimbaud? ¿el ignoto príncipe que desafió los crueles designios de Turandot? ¿el que Whitman llamó “primer hombre”?, ¿el fingidor de Pessoa? ¿el “ser con alas” de Platón? ¿el heraldo negro de Vallejo? Digo esto, porque aún dudo si algún disfraz de poeta me cabe, porque no creo mucho en la condición social que los representa, pero lo acepto, porque ya es parte de la raíz de nuestra cultura. No obstante, me quedo con la idea de Raúl González Tuñón al identificar a los poetas como hombres comunes, consagrados a la palabra, atravesados por la abrumadora realidad social que los circunda, insertos en la naturaleza, comprometidos con la pasión y la belleza, intentando comprender desde la más profunda soledad la dimensión del amor y el destino de la razón de ser.
Siempre me interesó la forma de decir de cada autor, apreciar el cómo más que el qué. Todos los poetas proponen escrituras trascendentes para reflexionar, reparar o simplemente conmover. El habla que utilizan los ilumina o los oscurece. Nunca hay que olvidar que somos parte de una comunidad que puede reconocernos a través del lenguaje poético que utilizamos y que no siempre dice lo que esa comunidad quiere escuchar. De eso trata la poesía: decir “lo diferente”, que nada tiene que ver con lo comprensible o lo comprobable.
He terminado un libro de poemas, que espero publicar en el transcurso de este año o del siguiente. No digo el título porque está en concurso. Hay otro texto en proceso, casi listo, en período de revisión. Además, junto al escritor brasileño Floriano Martins hemos concluido hace pocos días un libro de ensayo, escrito de manera simultánea, donde cada uno se expresa independientemente del otro sobre diferentes temáticas elegidas al azar. Una propuesta fascinante, que ambos disfrutamos desde la creación. Y otra de mis faenas cotidianas es continuar redactando reflexiones o anécdotas relacionadas con la memoria, la realidad actual o la literatura y sus creadores. Pienso completar un calendario anual dedicado al Dragón, no por influencia del horóscopo chino, sino porque representa el símbolo de la fantasía, la magia y los sueños. Además, porque es un emblema de la mitología, donde aún se sostiene la poesía. Por último, me ilusiona saber que una editorial de mi país tiene en carpeta el proyecto de publicar mi obra poética completa. La idea es que salga a la luz en el 2026, cuando se cumplan los cincuenta años de la edición del primer poemario.
Poema
Camino del agua
Escucha la canoa,
habla con voz del agua.
El decir de mi padre
resuena en dóciles remos.
Circulo humedales del monte,
allá lejos,
donde los arroyos desaguan
en la enjundia isleña
y los naranjeros
salen al encuentro del sol.
La voz del agua
/es la infancia.
Luz y sombra
/del primer deseo.
Ardoroso temblor de verano
en las espigas del viejo
/curupí.
Turbia nube se vuelve verde,
más verde todavía
al caer como una exhalación
en el incendio del universo.
Escucha la canoa.
Revela el milagro del regreso.
La tozudez de bogar y bogar.
Atravieso el camino del agua.
Percibo su voz. Diviso Coronda.
Recuerdo el adiós de mi padre.
Allá voy.
/Ávido de vida y muerte.
Arremete la infancia
/con su daga.
El melodioso acordeón
/de las olas
estremece la hojarasca.
En la orilla desgranada
/vibra el juncal.
(Poema del libro De abajo mira el cielo)
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