Para EntreTmas Revista Digital es una satisfacción presentarles en “Platicando con…" a la poeta argentina Cecilia Fresco.
Una narradora y poeta muy argentina, muy patagónica, muy cordillerana, muy pueblerina. Apegada al lago, las montañas, los pájaros y los colores que cambian con el tiempo y se reinician cada año. Cuando era muy chica mis padres se mudaron a Bariloche y esa mudanza significó un cambio fundamental en mi vida, la vida en un pueblo de montaña (como era en esa época Bariloche) nos daba una libertad maravillosa y ya en la adolescencia esa libertad, con el regreso de la democracia, fue también política y desde los trece años la creencia en que la militancia podía mejorar la vida me acompañó, llena de dudas y altibajos, hasta ahora.
Estudié tres años la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires, volví a Bariloche, tuve muy joven a mi primer hijo, Matías. Enviudé muy joven también y pasé los durísimos años noventa con la literatura y la poesía como salvavidas vital. A mediados de los dos mil me mudé a Villa la Angostura, pueblo muy cercano a Bariloche, donde tuve a mis otros dos hijos, los mellizos Iván y Nicolás y donde, además de trabajar como productora de seguros, continué escribiendo, comencé a publicar y a profundizar las relaciones en la extraordinaria red de escritores y artistas patagónicos.
Recuerdo que quiero ser escritora desde que empecé a escribir a los cinco años, mi sueño era ser cuentista, inventaba historias donde los protagonistas eran caballos y heroínas aventureras que tenían tropillas y galopaban por horas y cruzaban ríos correntosos. Después escribí cosas que me parecían de ciencia ficción y, a los 15, hice un taller de narrativa que me ubicó definitivamente en la literatura por el resto de mi vida. Después, ya cercana a los 30 años y a partir de pérdidas muy grandes, me acerqué a la poesía, participando en el taller de una gran poeta barilochense, Graciela Cros. Hoy me resulta gracioso pensar que hasta esa época yo detestaba la poesía (no sé bien por qué) y hoy no podría vivir sin leerla y escribirla.
Nunca me sentí gestora cultural, aunque mirando hacia atrás siempre promoví la literatura en eventos, talleres, cuelgas de poemas, tallercitos para chicos y hasta guisos poéticos. Tal vez nunca lo sentí como gestión cultural porque es un modo de vivir y los proyectos culturales son parte de mi vida cotidiana. Tampoco me incliné demasiado hacia lo ensayístico ya que no tengo estudios, sin embargo, al estar desde hace tantos años en todas las actividades culturales de mi zona, muchas veces fui convocada como jurado de concursos, presentadora de libros y también para hacer prólogos, que los hago más desde la poesía que desde la teoría, ya que, aunque no la haya querido por tanto tiempo, la poesía es todo en mi vida y desde ahí salgo a mirar y a querer al mundo.
En este momento justo estoy terminando un libro de poesía del que, parte de sus poemas, los hicimos obra de narración junto con una actriz, una directora de teatro, una fotógrafa y un músico. La obra se llama “La luz es una idea”, es un espectáculo unipersonal, a partir de una selección de textos que juegan con la idea de las diferentes formas del tiempo. La luz y el sonido tienen un papel fundamental junto al trabajo de la narradora. Los poemas trabajan la idea del transcurso del tiempo, ahondando en la percepción del tiempo secuencial y del eterno retorno: lo cíclico de las estaciones, de las acciones cotidianas en relación al clima y las diferentes etapas de la vida. Las observaciones van del mundo íntimo a lo general, reflexionando dentro de los límites de un jardín, de un pueblo. La obra está sostenida por la construcción de un paisaje sonoro. Esta obra es algo novedoso para mí porque me abrió una puerta a un mundo que desconocía y tiene muchísimas posibilidades. Escribir poesía es algo permanente en mi vida y me va sucediendo mientras, tozudamente, intento novelas, que son mi mayor ilusión.
Por eso mismo ahora estoy en medio de una novela, que sucede en un futuro cercano con una pandemia de encefalitis letárgica mediante (inevitable tema) y pretendo sea una especie de distopía optimista. Creo que me metí en una cosa complicada, en la novela se habla mucho de Oliver Sacks, a quien admiro profundamente. También continúo en el grupo literario ALANVERSE! y con el sitio “La Zona” junto con Diego Reis, donde hablamos, casi siempre, de nuestra literatura regional.
Poesía
EL RÍO ESPEJO
Tiro una flor para creer
para probar que el agua
que ahora hace ruido
/delante de mis ojos
corre veloz y no se queda
aplaudiendo, engañosa
sobre la superficie
para que el mundo vea
que se mueve infinita.
La flor se aleja
enamorada del agua, río abajo
me abandona
obtiene el premio
/de los que confían.
Lo real existe
no puedo demostrarlo
existe sin pedir testigos
y este es mi acto de fe
creer en la realidad
en que no se terminará el río
ni dejará de pasar
cuando me vaya.
(De La vida en el suelo, Espacio Hudson, 2019)
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