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Platicando con…

Actualizado: 22 abr

EntreTmas Revista Digital tiene en esta oportunidad el agrado de acercarlos a la poeta, narradora y periodista Zurelys López Amaya. 



¿Quién es Zurelys López Amaya?
 
Hablar de uno mismo es algo difícil. Disfruto mucho más leer la vida de otros. La belleza, conflictos y contratiempos de otros. El mundo simple, oscuro y complicado de otros. Todo para escribir luego mi propio mundo, en el que nací feliz, y en el que luego la vida fue complicando porque nada es estático, nada se detiene, precisamente para que escribamos o dialoguemos con nosotros mismos en que suceden las cosas que nos van diciendo por donde tomar el buen camino. Hacia dónde vamos con todo ese amor o dolor acumulados. Hablar de uno mismo requiere un pensamiento límpido, como cuando soñamos desde que somos niños, poco concientes de la vida que nos tocó. Muchas veces pienso en cómo sería volver a nacer con esta conciencia y aprendizaje de ahora en otro lugar, en otra dimensión espiritual. Asumo que hablar de uno mismo es eso. El recorrido que dejamos atrás. Todo es como un gran juego de ganadores y perdedores. Saber responder nuestras preguntas y tratar de escoger el mejor sendero. Hemos hecho esto durante años.

En mi caso, por los caminos de la escritura que escogí o me escogió sigo en la búsqueda porque nunca termina. Ese es precisamente el aprendizaje. Pues bien, soy una más en este mundo literario que nunca alcanzamos a conocer o satisfacer en su totalidad. Tratamos de llegar a un lugar abarcador en muchos sentidos. Aunque ya casi la inteligencia artificial nos supera. Siempre he pensado que hay un más allá sobre nosotros mismos que nos inspira. No es solo nuestra vivencia personal. Lograr eso, que la escritura que nos tocó a la puerta alguna vez sea necesaria para alguien. Que le sirva como atisbo, como cuerda, como pensamiento a las personas es lo que un escritor desea. Tocar a alguien, tocar algo dentro de la gente.

Nací en un pueblo pequeño llamado San Antonio de los Baños, por aquel entonces provincia La Habana, lleno de artistas, trovadores y escritores, con un río hermosísimo, el Ariguanabo. Allí viví con mi madre y dos hermanos. Ella fue la primera persona que me inclinó hacia la literatura comprándome libros de José Martí, Emilio Salgary, Mark Twain y algunos narradores rusos. Por mi madre aprendí a declamar.

Cuando comenzaron los grandes apagones en la isla por los años setenta, como ahora los blackout, no teníamos televisor y mi madre se sentaba a leernos libros, a inventarnos historias de leyendas antiguas y cuentos de camino a los que se sumaban todos los chicos del barrio. Por eso pienso que ella es la primera persona que puso en mí ese amor por la literatura y la escritura. Luego fue formándose en mí esa parte sensible hacia el descubrimiento y la inspiración que se encuentran en una lectura, pues eso ayuda a cualquier persona a enriquecer el buen espíritu del conocimiento y la creación.

Mi madre también nos llevaba mucho al cine a ver diferentes filmes de directores rusos, franceses, italianos, cubanos, españoles, argentinos y mexicanos de la época. Creo que el cine y los animados de los Estados Unidos los ponían muy poco. Recuerdo que casi siempre eran rusos. Logramos tener un televisor a mis nueve o diez años gracias a ella que salió vanguardia en su fábrica de telas en varias ocasiones. Trabajaba muy duro, incluso con su enfermedad. Una hepatitis B crónica que le transfundieron en el año 1964 cuando nació mi hermano, algo realmente terrible. Fue lo que años más tarde le ocasionó su muerte. Al final, nadie del hospital pagó tal negligencia, solo ella. También por aquellos años prohibieron la música norteamericana, sobre todo a Los Beatles, yo los escuchaba a escondidas con los amigos, igual que algún libro que no se podía leer porque eran de escritores prohibidos. Era una época difícil. Hasta eras mal mirado si te vestías con ropas que tuviesen algún símbolo de Estados Unidos. También prohibieron y censuraron las religiones. Mi madre siempre fue católica y tuvo que esconder a Jesús, quitarlo de donde lo tenía en la sala de la casa y poner la fotografía de Fidel. En aquel momento no lo entendía, pero supe que lo debía hacer para no perder su trabajo y su militancia. Igual nunca dejó de rezar cada noche. Debía seguir las leyes para no ser expulsada de la fábrica, como les sucedía a muchas personas, incluso a estudiantes universitarios en aquellos momentos. A los jóvenes artistas y escritores que tenían el cabello largo, o simplemente se reunían en parques para cantar con una guitarra también los recogían. Fue cuando surgieron las UMAP (unidades militares de apoyo a la producción) Que consistía en fortalecer con trabajos forzados a los que ellos consideraban “muy flojos”. No querían homosexuales ni blandengues dentro de la revolución. Y si eras homosexual eras un delincuente para ellos. La homofobia y el racismo siempre estuvieron presentes. Eso fue algo triste dentro de la historia revolucionaria. Creo que allí estuvo nuestro querido cantautor Pablo Milanés.

A mí y a mis hermanos nos gustaba mucho el cine. Un mundo súper interesante. Y mi madre nos ayudó como pudo. Pienso que por la pobreza que sufrió su familia en la niñez, y por todo el sacrificio que luego vino a su vida fue lo que impidió ese avance en cuanto a sus gustos artísticos y literarios que se vieron limitados en ese momento.

Siempre me gustó leer libros que me hicieran pensar, de diferentes ideologías para la meditación y la filosofía necesaria que se iban formando en mí. No quiere decir que haya leído obras completas de cada uno, pero sí muchas de ellas por recomendaciones desde mis años de juventud en un Taller Literario llamado César Vallejo de mi pueblo natal cuando era muy joven, y del que aprendí a adquirir conocimientos e influencias de la buena literatura universal. He leído más poesía que narrativa, pero hay un libro en particular que me inspiró a escribir uno de literatura para niños y jóvenes, y es de una autora finlandesa llamada Tove Jansson: La niña invisible y otros de su autoría. Un libro que un día me prestó un buen amigo y luego terminó regalándome. Ese libro me ayudó muchísimo a entender, a reiniciar ese lado de la fantasía que hay en mí. Y a descubrir la vida de una escritora admirable. Podría mencionar a dos o tres autores que siempre estuvieron entre mis preferidos, José Martí, Antonio Machado, Fernando Pessoa, Marguerite Yourcenar, Jorge Luis Borges, Eliseo Diego, Anna Atmátova, Generación beat, Walt Whitman, entre otros. Pero uno de los autores que cuando descubrí no he podido más nunca soltar es Fernando Pessoa. Quiero cumplir mi sueño de ir a Portugal para visitar la última casa donde vivió o donde nació porque vivió en varias, pero al menos donde se sentaba a escribir, a beber su agua ardiente en el Bar Marthino da Arcada. Y si aún existe sentarme allí. Es un sueño que tengo hace muchos años. Así hice con el poeta Antonio Machado, logré visitar su casa de Segovia hace unos años con una buena amiga de Madrid.
 
Háblenos sobre su trabajo poético, narrativo, de gestión cultural, ensayística, editorial, etc. (el área en la que desarrolla su trabajo creativo).
 
Durante unos años trabajé en la Casa de la poeta Dulce María Loynaz, hoy Centro Cultural de Promoción Nacional del Instituto Cubano del Libro en La Habana, en el Departamento del Centro de Información de Escritores de Literatura Cubana Contemporánea. Luego como Editora / Redactora y Correctora en Ediciones Unión en La Habana. Fui especialista y coordinadora en eventos durante la Feria Internacional del Libro de La Habana del Encuentro Internacional de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe. He participado en varios eventos de Festivales y Encuentros Internacionales de Poesía en Colombia, España, México Estados Unidos y República Dominicana.

Mi trabajo poético consiste en destacar la realidad que circunda al ser humano, los caminos que debo o no recorrer para hallar la verdad de algo, el equilibrio que se necesita para continuar con el objetivo de ese encontrarse con uno mismo, desde el pasado o el presente de otros. Es encontrar mi propia voz donde se integren y contrasten elementos de una o varias culturas. Mi poesía, toda mi creación es como una dimensión hacia lo oculto, hacia lo que voy descubriendo para la gente que lee este género desde otro ángulo. Donde plasmo las preocupaciones en torno a la identidad, la insularidad, la pertenencia y el arraigo que son frecuentes en mi obra; así como las impresiones sobre la vida cotidiana y la historia de mi propio lugar, vistos desde el prisma de mi propia cultura y dialogando con ella.

El propósito implícito en la escritura es aportarle al lector una mirada otra del entorno y de sus dinámicas, y, por otra parte, lograr que la experiencia a su vez me aporte como persona una distancia, una alteración de los mecanismos automatizados de percepción y pensamiento, para ver desde ese prisma mi origen, mi contexto, mis hábitos mentales y emocionales al tiempo de meditación sobre mi propia sociedad y los modos de vida que en ella se han convertido en norma y rutina, lo que implica una suerte de “crítica de las costumbres”; y funcionaría además como reto o dislocación psicológica y afectiva del yo poético, como análisis de su continuidad, de su respuesta a las diversas intensidades del choque en mi experiencia con otras culturas, apoyándome para eso en la singular perspectiva en que suele colocarnos la distancia física de nuestro entorno y un encuentro con otro modus vivendi.

Se trata también, desde otra arista, de escrutar con las herramientas propias de la poesía, la relación entre el individuo y su historia (o sus historias), y de poner a prueba el afán por hallar respuestas propias a esas preguntas que la vida nos impone. Explorar ese vínculo entre armonía y esperanza que las personas buscan en la contemplación, en la existencia cotidiana y en el diálogo interior. La poesía como instrumento para realizar ese vínculo, como viaje hacia uno mismo y hacia la otredad del mundo, como balance para lograr el necesario equilibrio entre pensamiento y sensibilidad: ese es el cimiento de mi obra. A veces no es precisa una respuesta exacta a lo que el autor intenta decirnos, aunque intuyamos su “verdad”. Mi obra suele apelar a esa imprecisión sugerente, a la construcción gradual del sentido junto al lector; la escritura puede ser laberíntica por momentos, reflexiva, o también emocional, o severa cuando indaga en los conflictos sociales y la naturaleza del poder. Está marcada por dolores propios y ajenos que conducen a (o nacen de) una mirada crítica de la realidad. Eso es lo que creo que es mi obra, o a donde realmente deseo llegar a través de ella. A veces creo que es hasta un poco loco situarse desde la nada en el pensamiento de alguien que desea renovar, crear algo nuevo. Y a veces no nos damos cuenta que caminamos en el mismo sitio. Sobre pensamientos ya establecidos que solo nos muestran un camino diferente para la creación.

En la isla mi esposo y yo estuvimos apagados durante mucho tiempo. Primero el horror que vivimos durante la pandemia, la cual dejó en el mundo demasiadas miserias y secuelas, historias que sabemos cuán amargas y terribles fueron, historias que nunca deben olvidarse. Luego por participar en una manifestación pacífica frente al Ministerio de Cultura el veintisiete de noviembre de 2020. Donde más tarde fuimos cuestionados, sobre todo él, que fue interrogado en varias ocasiones por nuestra participación allí. La primera manifestación después de muchos años y que pasaría a la historia.

Una sentada pacífica para exigir nuestros derechos como escritores. Luego se acrecentaron los problemas en el país por el mal funcionamiento de nuestro gobierno. Sobre todo, de incomprensión, falta de libertad de expresión para los cineastas, escritores y artistas independientes; que junto a muchos intelectuales, dramaturgos, músicos y periodistas se unieron para exigir la palabra. Un diálogo que se pidió con mucho respeto al ministro de cultura como un derecho propio, también para exigir un diálogo de compresión y la liberación de los artistas encarcelados. Realmente creo que todo se manejó muy mal por parte del gobierno, sin luego medir las consecuencias de lo que vendría después. También perjudicaron a muchos intelectuales que participaron ese día, y que aún en este momento se exige su libertad como un derecho. El gobierno no quiso darles la palabra a los que la exigían y no hubo un verdadero y sincero diálogo por parte de ellos.

Un gobierno que no escucha, que manipula y tergiversa a través de su poder y la propaganda en los medios de comunicación, no quiere realmente a su pueblo. Creo que, si hubiesen escuchado detenidamente a los treinta artistas, cineastas y escritores que entraron esa noche dentro del Ministerio de Cultura, llevando cada uno su verdad, no hubiesen ocurrido otras manifestaciones que han venido después y que han llevado a más personas a la prisión. Sobre todo jóvenes. Un gobierno debe respetar y escuchar los derechos de su pueblo. Disentir o pensar diferente no es que seamos sus enemigos. Pero nunca resultó, no aceptaron dialogar. Nunca escucharon a los que allí estuvimos. El gobierno no estableció el diálogo que exigíamos para llegar al único acuerdo, de que un artista debe ser libre para exponer su obra. De que un cineasta no puede llevar vendas ni cadenas que le impidan un pensamiento libre para crear. De que un periodista debe hacer su trabajo y exponer su verdad apoyándose en el respeto mutuo. Ha sido demasiado el tiempo de incertidumbre y dolor. De ofensas continuas en la televisión cubana hacia los que habíamos estado aquel día, en esa manifestación pacífica y de respeto, donde el gobierno nos hizo ver claramente que es el dueño de todos los medios de comunicación y solo muestra al pueblo lo que ellos aceptan.

Estar cerca de la naturaleza en la residencia que pasé en las montañas de Barcelona será siempre como el inicio a una nueva escritura y una nueva vida para mí. En algún momento leí filósofos que hoy me ayudan a entender los límites y la libertad del hombre. Calman mi angustia al estar lejos de mi biblioteca, de mi hogar, de mi jardín y mis gatos. Creo que estos tipos de residencias son como retiros espirituales y de sanación que influyen favorablemente sobre la creación de cualquier creador. Y ha sido precisamente allí donde encontré la paz.

Lo que más extraño es mi bella isla con todos sus problemas, y es también por la que sufro. Allí está parte de mi vida, de mi familia y algunos amigos que también sufren por la abulia, la incertidumbre, la inopia y la desidia. Por no saber el rumbo verdadero de nuestro país. Hoy dañado con familias enteras fracturadas por la ausencia de sus hijos en cada mesa, en cada hogar a la hora de comer. Ya sea por problemas políticos o económicos. Y eso se debe al gobierno actual. No es ese el país que una vez se soñó y dieron sus vidas tantos hombres en diferentes campos de batalla. La desigualdad que han creado es triste. Unas personas tienen más derechos de tener algo para comer si tienes familiares en el extranjero que puedan enviar sus remesas, el que no tiene posibilidades no podrá mejorar su vida. No hay alimentos ni medicamentos para las personas vulnerables. Y todavía le exigen más sacrificio al pueblo, mientras muchos dirigentes viven con todas sus necesidades cubiertas, Hay desigualdad. Hay mendigos. Familias que solo comen lo que pueden una vez al día. Otros no comen nada. Muy triste.

En la residencia Can Serrat que gané por segunda vez en Barcelona comencé a escribir un nuevo libro en una montaña, cerca del monasterio de Montserrat. Un lugar bellísimo e inspirador. Y este poema que les dejo es una muestra de ello.

Recomiendo esta residencia para todos los artistas y escritores que decidan optar por una Beca allí. Le debo a la Residencia Can Serrat de Barcelona este reinicio a mi escritura, pues por inestabilidad emocional y enfermedad no había podido continuar. Algo muy duro para cualquier escritor que ha tenido que abandonarlo todo. Pero lo más importante ha sido volver a reunirme con mi hija y esposo.

Mi lugar de trabajo es en casa, o en cualquier sitio donde la naturaleza esté cerca y que de pronto se parezca al mismo de siempre.

Háblenos sobre sus proyectos (presentes o futuros)
 
En este momento trabajo en varios libros empezados. Uno de poesía que es el proyecto de libro que comencé en la residencia Artística y de Escritura Can Serrat en Barcelona con la que obtuve la beca. He comenzado la segunda parte de un libro de entrevistas a personalidades de la cultura cubana dentro y fuera de la isla; también culmino un libro de literatura para niños y jóvenes. Y como proyecto quiero continuar con la poesía y proponerme escribir una novela sobre la vida de un emigrante durante la Segunda Guerra Mundial.


La montaña
 
He llegado al lugar de los amaneceres, el mundo ni siquiera sabe que estoy aquí, que mi vida nada tiene que ver con los sitios fantasmas. Sitios donde nuestro cuerpo dejó de ser importante para una isla, para un pedazo de tierra mezclada con el río y sus mangles. El aire me sedujo en un avión prestado por unas horas y las nubes tocaron mi cuerpo adormecido,  adolorido,  tibio aún de los golpes. Me despedían de cada tiempo que ya no estará en mi mochila. La melodía en el aire nos calma, nos comparte el amanecer adicto, sincrónico y feliz. A mi alrededor caen las hojas como recibiendo mi ira y la calma del espíritu. Se tornan sabias las ramas y sus insectos. Un águila bate sus alas con fuerza en esta montaña de Barcelona. Me advierte que el invierno casi toca nuestra puerta. Salgo hacia afuera y soy feliz. Las aves son el placer del espíritu. Me calman y su sonido exiguo reconoce mi estancia, cada centímetro que desborda la ira, el color de mi cara, el frío de mis manos. No me duele la piel, no me duele. No sé explicar la distancia que corroe los cuerpos emigrantes. Pero la libertad canaliza el espacio ocupado y le es familiar el tono de mi voz. Construir cuerpos, deshacer cuerpos, anidar en los cuerpos puede ser un signo de costumbre, de vuelta a la locura. Fortalece el asombro mientras escribo, se transforma el color. Los colores amarillos y rojos de los árboles. La alfombra verde me protege de la neblina. Aquí estoy, sumando cosas sin saber si merezco besar la tierra.
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