En esta ocasión EntreTmas Revista Digital se complace en acercarlos al escritor salvadoreño Nelson López Rojas.
Hace años fui invitado a un programa llamado "Latinos exitosos" de Telemundo y le digo al entrevistador minutos antes de salir "pues te tengo que decir dos cosas: 1. no soy latino y 2. no soy exitoso" y el hombre se quedó frío y me dice "no me joda, compadre". Ahí expliqué que soy mestizo, que abrazo mi herencia indígena, africana y europea en un solo paquete. Y lo de exitoso, pues... ¡depende de la percepción de la gente! Nelson es coach de Storytelling que, como un alma libre, después de haber vivido en EEUU por varios años regresa a su país en busca del nosequé. Es un nómada y quién sabe termine jubilado en Nuuk.
Me dejo llevar por donde la vida quiere: La vida me ha llevado a editar el trabajo de los demás ahora como director de la Editorial Universidad Don Bosco, soy escritor en diferentes ámbitos, tengo una columna de opinión en Contrapunto donde señalo las incongruencias de la sociedad salvadoreña. He traducido mi propia poesía y la de otros, así como al más grande narrador salvadoreño Salarrué y a Machado de Assis de Brasil.
Paso mis días reescribiendo mi novela "Estolón" (que es sobre un psicópata que cree que tiene una vena loca heredada de sus ancestros) y escribo un libro sobre la inteligencia emocional que tanta falta les hace a los chicos de este país.
Poema inédito
Dulce pecado
Aquella noche,
cuando nuestros ojos se encontraron
en el crisol de miradas lujuriosas,
nos amarró el silencio.
Allí,
en el éxtasis de cada caricia,
el tiempo se desvanecía,
y en la penumbra se avivaba el fuego del deseo,
ese dulce pecado que se abría en cada latido.
En el eco susurrante del viento,
nuestros cuerpos danzaban y desafiaban fronteras
y se tejían promesas que solo se comprenden con la piel.
Cada roce, un verso;
cada beso, una melodía embriagadora.
Y en el crepúsculo del deseo,
el tiempo se convirtió en un mero espectador,
cediendo al éxtasis que nos envolvía.
El susurro de nuestras almas
resonaba en el silencio,
las palabras eran innecesarias
ante la insistencia de nuestros suspiros.
Bajo esa luna que encubre,
con cada latido juramos
convertirnos en cómplices del destino.
Y en seguir danzando en el lienzo del deseo,
para pintar la noche que se desvanece
y eternizar con fuego
el secreto de nuestro dulce pecado.
Comments