EntreTmas Revista Digital hoy tiene el placer de acercar a nuestros lectores y lectoras al poeta salvadoreño Jorge López.
Precisamente esa pregunta es la que me ha llamado desde lo más oscuro de la vida. La vida, que siempre ha sido una selva en que se me ha revelado mucho de lo que sé y soy, pero que también me ha ayudado a tomar consciencia sobre el camino y sus significados. No es cinismo, sólo intento ver mi interior para traducir el lenguaje del mundo, un ejercicio dialéctico de mí escuchando, al otro: yo soy un traductor de símbolos. Algo que he pagado con sangre en esta rueda como un crisol del fuego y la palabra. Un hombre construyéndose en los ojos del mundo. En ese proceso he logrado transversalizar mis sueños, anhelos y compromiso en la tarea de ser educador, escritor, humano.
Mis publicaciones son Historia de un espantapájaros (2017), Para invocar a los pájaros (2018; 2da ed. 2019) Doppelgänger (Casa del escritor, 2020), Idioma Reptil o primera visión de la belleza (2021) y Testamento de la sangre (2022), todos libros y plaquettes de poesía. De estas publicaciones las más interesantes son las últimas tres, en las que observo un trabajo mucho más serio, elaborado y con ideas mejor planteadas sobre la vida, la familia, la herencia histórica y las heridas. Creo que fue muy difícil para mí encontrar mi voz y estilo, pero fui madurando a partir de las diferentes conversaciones con poetas de enorme talla, en las que recibí mucha retroalimentación y sugerencias de libros y otras lecturas. Uno aprende a escuchar en el camino del proceso creativo. En fin, son varias publicaciones en las que he transitado por diferentes temáticas y estilos con una voz poética que he logrado trabajar muy bien y que me ha llevado a participar en diferentes espacios nacionales e internacionales.
Ahora mismo me dedico a la educación casi a tiempo completo. El lugar donde trabajo me ha permitido conocer las diferentes demandas y necesidades educativas, entre las cuales identifico una en la que podría aportar, debido a toda las competencias adquiridas en las diferentes experiencias académicas y laborales en las que he participado en los últimos tres años, esta es la necesidad de implementar un programa para la enseñanza de Lenguaje y Literatura. Este proyecta la formación de docentes y estudiantes de todo el país y la región, pero también la publicación de un libro. Mi idea es posicionarme como referente regional sobre esta temática.
Respecto a la escritura, por ahora, ya tengo un nuevo libro de poesía al que espero poder encontrarle una casa editorial seria, que ofrezca muy buenas condiciones para su edición, publicación y distribución, de lo contrario, estará inédito. Por otra parte, he pensado en generar otros tipos de escritos como artículos académicos sobre la literatura salvadoreña, la cultura y la educación.
En este momento, como creador, no veo camino para la literatura en mi vida; sin embargo, puede que la niña sin rostro vuelva a visitarme.
Poema
Siento espacios que se abren dentro de mí como un edificio con habitaciones que nunca he explorado
WESTWORLD
Todo sitio en la caverna es el mismo sitio
Y en ella nada existe; todo está muerto.
Mira las enormes catedrales de esta cueva. Escucha los cánticos dulces y dolorosos de los
monjes de la sombra
ROLANDO COSTA
«Recibe las sombras de estas imágenes», me dice el hombre de vestiduras blancas. Mientras toca mi rostro y las sombras entran a los huecos de mi sangre.
Las sombras tienen la piel de los mares
Sus palabras son aves hacia la lluvia.
Y soy yo, creciendo por las escaleras; mi sangre escalando por las paredes. Mi voz tocando los rostros de quienes habitaron la casa.
«Observa las arquitecturas del sueño. Recoge las estrellas de mis lágrimas y limpia con el filo de sus picos, los huesos de tus cadáveres», me dice una niña con voz de anciana.
Su rostro, el silencio más profundo.
Sus manos, besos de luz a la orilla de otras lluvias.
«Toca mi boca y escucha el derrumbe de los muros que tienes dentro de los huesos, siente cómo el ojo de Dios se abre en tu sangre, cómo mis hermanos extienden las manos a través de tu rostro», me dice la mujer, parada bajo la sombra de los naufragios.
Su voz, arrecife de labios.
Su ombligo, el origen del universo.
«Hija, ¿qué sol beberá la sed de tus pasos? ¿En qué lugar del desierto despedazarán tus sueños? ¿En qué esquina del viento extraviarás mis palabras?», lamenta un hombre con su pecho lleno de abismos.
Cenizas. Cenizas. Detrás de mis párpados. Detrás de mis huesos.
«Niño sin idioma, tu nombre será 1932, y se pronunciará con las bocas de treinta mil muertos», grita el anciano que tiene la oscuridad del sonido en sus dedos. Dedos que respiran por las escamas de la memoria.
«Hijo único de las cenizas, Babel crece en tu interior. Babel es tu patria. Lo dice la geografía de tus heridas. Lo dicen los niños decapitados que brotan de tu sangre.
Setenta veces siete lo repiten los abuelos con su lengua cercenada en 1975, en 1833, en 1981.
«A nadie le importa la bandera de tus vísceras. Ninguna antorcha encenderá en la luz de tus lágrimas, al interrogar a los muertos», dice la anciana que mañana tendrá rostro de pájaro y que a la mañana siguiente será mi novia o mi madre.
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