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La fotografía tableau de Ronald Vill

Conocí las ficciones fotográficas del artista cubano radicado en Serbia, Ronald Vill, en las redes sociales. Después de seguirlo en la plataforma Instagram (IG) por más de un año, me atreví a escribirle al artista explicándole la fascinación que tenía por su fotografía tableau, es decir por su práctica de crear imágenes fijas que se asemejan a una escena de una obra de teatro o una película.

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También quería hablarle de mi repulsión hacia algunas imágenes de sus proyectos de narrativa visual, por la fuerza que lograban tener elementos iconográficos tan pedestres y recursos manidos dentro de algunos círculos culturales cubanos, como el cake de cumpleaños, el arroz blanco, la palangana y el muslo de pollo. Desconcierta la lógica, mientras más vacíos los escenarios (esquinas, huecos, camas destendidas o a medio hacer) más lugar dan para que se les cargue de significados.

 

Me cautiva de cada imagen su capacidad de generar una historia abierta a cada lectura, le dije, pero también sentí curiosidad por lo que ocurre tras “bambalinas”, por el cómo se monta este drama, cómo se construyen estos complejos escenarios donde a menudo aparecen objetos dispuestos cuidadosamente dentro de un encuadre meticulosamente balanceado. Quiénes son estos sujetos fotografiados en momentos tan íntimos: de clímax, de éxtasis. ¿Son artistas profesionales o son vecinos?

 

Hice varios screenshots de las fotografías que el artista iba subiendo en la red y salvé las imágenes en un archivo que llamé: Who the hell is Ronald Vill y por qué me desconcierta su iconografía. 

 

Si bien no hay espacio aquí para discutir en detalle la iconografía, sí intentamos responder la primera parte de la pregunta.

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“Ronald Vill es el nombre que uso para casi todo”, me respondió Ronald en el segundo correo después que nos contactáramos por IG primero. “El cambio viene de cuando pensaba ser escritor y mi nombre de nacimiento, Ronald Villafuerte, me parecía larguísimo y malsonante”.

 

Le pregunté si se consideraba autodidacta, a lo que Ronald respondió: “Pasé por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y por la Escuela de Fotografía Creativa de la Habana (EFCH), pero me considero completamente autodidacta. Cuando uno empieza en el mundo de la fotografía, viene con una idea muy ingenua y ampliamente aceptada de que el arte está relacionado con la "belleza" y la belleza con el cuerpo de la mujer joven. Yo, como muchísimos otros, empecé por ahí, fotografiando desnuda a mi novia de aquel entonces y en esa búsqueda un tanto básica de "la belleza", en mi intento por producir aquello a lo que los otros podrían llamar arte. Continué fotografiando el cuerpo joven por algún tiempo, quizás para compensar otros trabajos que yo sentía que iban a tener muchísima menos aceptación, y, porque, siendo sinceros, una obra de una mujer joven desnuda, como por ejemplo Haikus del Hambre, llega mucho más rápido a los likes o a las paredes de un coleccionista que Fireplace (2015)”. 

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Pero antes, mucho antes de pedirle la entrevista, quise preguntarle a Ronald si consideraba como autoficcional su trabajo y, cuando vi que estaba documentando su experiencia reciente de emigrado cubano en Serbia y subiendo las filmaciones como episodios en Youtube, le propuse que hiciéramos este mismo perfil que presentamos ahora, tal como resultó, en pos de un realismo celebratorio de su obra.  

 

1. ¿Qué peso tiene la tecnología en la producción de tus proyectos y qué tecnologías usas?

 

Mi relación con la tecnología siempre ha sido mala. Cuando empecé, como muchos otros jóvenes, soñaba con tener una gran cámara profesional de no sé cuántos miles de dólares, que terminé consiguiendo demasiado tarde como para lograr desarrollar ese fetichismo propio de los fotógrafos, ese amor por el aparato en sí mismo o determinadas marcas. He usado varias cámaras que se diluyen entre todos mis proyectos al punto de que no podría definir con exactitud cuál he usado en cada uno. Si la memoria no me falla estas han sido las cámaras que he usado:

1. Nikon CoolPix S8100 ,

2. Canon 450D

3. Canon 5D Mark II

4. Mamiya 645D con respaldo digital LEAF II

5. Canon 5DSR

6. y últimamente, Sony FX30 para videos.

 

Cada equipo ha cumplido su función en cada momento, pero creo que la fotografía se hace mucho tiempo antes de encender la cámara. La cámara, el lente, el flash, el Photoshop, son solo herramientas. 

 

2. ¿Cómo trabajas la profundidad de campo en escenas interiores? 

 

Siempre trato de que se asemeje (que dé la sensación) de la visión real del ser humano, al menos mi propia visión que es lo único con lo que puedo comparar. Así que la profundidad de campo es siempre buscando esa sensación de realidad. 

 

3. Para las fotografías de interiores, ¿usas luz natural y luego trabajas la imagen? o ¿usas flash y también con posterioridad alteras las imágenes? 

 

Solía usar flash en casi todos mis trabajos por la facilidad técnica que me brindaba, pero, a partir de Escenas domésticas (2017) y el rumbo que he tomado dentro de la creación de imágenes, he decidido moverme a la luz natural o luces prácticas en los videos, que responden mejor a mi búsqueda, a pesar de sus evidentes limitaciones. Con el Photoshop me sucede similar, al principio utilizaba mucho más Photoshop, sobre todo para cubrir lo que sentía eran mis carencias tecnológicas y llegué a un nivel técnico bastante elevado en post producción de imágenes, el cual he ido abandonando gradualmente en pos de mi idea del realismo.

 

 

4. ¿Cómo comienzan tus series y proyectos? ¿Dirías que nacen de una frase que escuchas y anotas? ¿De una imagen misma, puramente de la realidad, un recuerdo?, ¿una pesadilla?, ¿un sentimiento o una rabia? 

 

No tengo la mínima idea de cómo comienzan los proyectos. Cómo he dicho por ahí, soy un artista muy lento: Cuando yo descubro lo que se le podría llamar un proyecto, es porque ya llevo tiempo trabajando en él. Por ejemplo, Escenas domésticas lo concebí como proyecto cuando ya llevaba más de dos años trabajando en él. En este caso particular, empezó con la foto de El cumpleaños, que la tomé en el 2017, pero en realidad la empecé a gestar en el 2015 una vez que iba caminando y al lado de la basura alguien había volteado una olla arrocera a la que el arroz se le había pegado y quedaba el arroz con la forma exacta de una panetela en el suelo y le tomé una foto con el móvil. Siempre me quedé con esa imagen en la cabeza, quizás porque mi papá sobrevivió durante los años del período especial haciendo cakes para vender y un año después fue el 1er año de Marina, y con tanto entusiasmo y la algarabía propia de este tipo de celebraciones, cuando llegamos a la casa y revisamos los videos que habíamos hecho, descubrimos que el único video de cuando cantamos “Felicidades”, la velita de chispas (que habíamos recorrido todo el Vedado buscando) le cubría el rostro a la niña todo el tiempo y ahí empecé a buscar todas las fotos mías y de personas cercanas, pues los nacidos en los 90 tenemos fotos muy similares de cumpleaños: parados detrás del cake que daban en la panadería y con las latas de refresco vacías a los lados y, finalmente en el 2017, en un viaje a Macagua, fue que decidí hacer la foto e intentar de alguna manera encerrar todas estas sensaciones. Entonces, los proyectos se van armando con el tiempo, son parte de una búsqueda y difícil saber cuáles son sus límites. Creo que al final me quedaré con dos o tres proyectos generales y de ahí se desprenderá todo lo que presente al público. 

 

5. ¿Cómo y por qué te ha llegado a interesar el cuerpo envejeciente? ¿Por qué has puesto al centro de tu trabajo sujetos considerados tradicionalmente “grotescos”? ¿Qué te interesa evocar y provocar con tus narrativas visuales? 

 

No tengo un interés particular por el cuerpo envejeciente, ni manejaría la palabra "grotesco" para nada relacionado con mi trabajo. Simplemente busco personas que representen mejor la vida. En la fotografía hay una gran tradición de alabar la juventud y el cuerpo, principalmente el de la mujer joven, que es probablemente heredada de la pintura y a mí me parece muy aburrida, muy básica. No digo que no haya jóvenes hermosas y hermosos, pero si sales a la calle y miras a tu alrededor vas a ver que hay gente de todos tipos. El canon es un reduccionismo, la vida es mucho más rica. 

 

Ahora, en términos puramente visuales, tengo la sensación de que las personas de cierta edad, digamos pasados los cuarenta años, reflejan mejor su vida, lo que han vivido. La mitad del trabajo ya está hecho cuando tengo un/una modelo que carga con un montón de experiencia. Se ve desde lejos.  Porque, al final del día, quién mejor para hablar de la vida que los que más la han vivido, ¿no?

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Biografía 

Ronald Vill

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(Mantilla, 1991) es un fotógrafo cubano radicado en Serbia que trabaja la fotografía digital y analógica y también el video. Con su fotografía, Ronald produce escenarios y, con su práctica, crea imágenes fijas que se asemejan a una escena de una obra de teatro o una película.

 

https://www.instagram.com/reel/BmcikWNBG5V/

https://www.instagram.com/reel/CRuIzKThlZq/

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